Biden presenta paquete de 1.9 billones de dólares para atender la crisis en EU
En esa lógica, se cumplieron al 100% los pronósticos y el saldo de la balanza fue enteramente favorable para Trump. Le salieron todas: se militarizó la frontera sur de México para contener (que no resolver) las caravanas migrantes; amagó con la imposición de aranceles para renegociar un nuevo acuerdo comercial más favorable a los intereses del empresariado estadounidense; amplió el muro fronterizo y consiguió la (hasta ahora única) salida al extranjero del presidente mexicano para apoyarlo electoralmente en la búsqueda de su afortunadamente frustrada reelección.
Eso entre otras muchas lindezas, que el gobierno mexicano nos quiso vender en ocasiones como logros y en otras como “mal menor”.
A fin de cuentas, pues, México cedió en todas y, a cambio, recibió un trato diplomático “pasivo-agresivo”: Trump continuó su retórica antimexicana, aunque intercalada con elogios a López Obrador… quien, por cierto, hay que reconocerle, lo (único) que sí consiguió de Estados Unidos fue que contribuyera con parte de lo que la OPEP le impuso a México en la producción de petróleo para alcanzar un acuerdo que evitara, en su momento, una caída aún más grave del precio del crudo, dada la incomprensible renuencia del gobierno mexicano para cooperar con ese objetivo, a pesar de que sin duda beneficiaba al país, como efectivamente terminó sucediendo.
Sin ser, por supuesto, el momento de mayor gravedad en las relaciones entre ambos países, el cambio de administración toma a México en una situación compleja, más por los errores en la “estrategia” del gobierno mexicano que por iniciativa de Biden, quien hasta el momento no ha dado señal alguna de mirar hacia México, que por ahora debe andar muy, muy abajo en el listado de prioridades del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Ojalá que, cuando salga de ese lugar, Biden no guarde rencores por aquellas “insignificancias” tales como la visita a la Casa Blanca para respaldar a Trump en plena campaña electoral, ser de los últimos gobernantes en el mundo en reconocer su triunfo electoral cuando Trump difundía su gran mentira del fraude, ofrecer asilo a Julian Assange, no condenar el ataque al Capitolio pero sí “defender la libertad de expresión” de Trump ante la suspensión de sus cuentas en redes sociales…
Y todo eso además de las mucho más relevantes diferencias en materia de política energética y, lo más importante de todo, la estridente y muy bochornosa detonación del affaire Cienfuegos y lo que éste significa para la relación bilateral.
Va a dar para mucho por analizar el curso de acción que siga el caso del ex Secretario de la Defensa Nacional. Una cosa sí es segura: confiado el presidente mexicano de su triunfo diplomático por haber obtenido su liberación y traslado a México tras su polémica y efímera detención en Estados Unidos, lo que vino a continuación al sur del Río Bravo fue una secuencia de errores garrafales que tienen a México en un brete.
Al éxito diplomático le siguió una vanagloria localista no sólo abyecta sino innecesaria y poco estratégica: la afirmación de López Obrador de que la captura del general se hizo con intenciones electorales; la actuación de la FGR —que ya nos quedó clarísimo que de autónoma no tiene nada—, que en un tiempo récord desestimó una investigación de la DEA y de la Fiscalía de Nueva York; la intención política de exonerar de plano al indiciado y descalificar la investigación como “fabricada” y, por último, la imperdonable orden relativa a la publicitación del expediente, que viola de manera flagrante no solo los tratados bilaterales vigentes, sino también, y muy gravemente, cualquier asomo de confianza entre los aparatos judiciales de ambos países.
Pero es que tenemos un presidente que no entiende, o no cree, que hay agencias y tribunales en otros países que son profesionales y, por lo tanto, no “fabrican” investigaciones ni responden “a modo” a los vaivenes políticos. La declaración del Departamento de Justicia de Estados Unidos descalificando la actuación de las autoridades mexicanas en el caso Cienfuegos es, sencillamente, demoledora.
Ojalá que el gobierno mexicano aprenda de sus errores, rectifique el rumbo, restablezca la confianza y encuentre los puentes adecuados para una nueva relación bilateral con Estados Unidos, aprovechando el cambio de interlocutor y la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. Pareciera, estratégicamente, que no es mucho pedir… pero lo cierto es que ya nos tienen muy acostumbrados a fallar hasta en las más fáciles.
Nota del editor: Horacio Vives Segl es licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Síguelo en Twitter . Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.
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