En esa lógica podrían entrar —todos en la categoría de “presuntos”— el fraude fiscal federal por no pagar impuestos en 15 años, la evasión de impuestos en el estado de Nueva York, el financiamiento ilegal de su campaña, la obstrucción a la justicia en la “trama rusa” y el Ucraniagate, diversas demandas por difamación y acoso (Summer Zervos y Jean Carroll, entre otras), más las acciones ya no políticas, sino penales y civiles que se puedan ejercer en su contra por su responsabilidad en el asalto al Capitolio.
Y las que se vayan acumulando, ¿o alguien cree que no nos iremos enterando de muchas otras trapacerías cometidas abusando de su poder en los últimos cuatro años?
Como si todo lo anterior no fuera lo suficientemente anómalo, todo este proceso de transición gubernamental se realiza en el entorno de la pandemia de COVID-19, que presenta justamente a Estados Unidos como el país más afectado. Después de un año de emergencia sanitaria, por fin el país más poderoso del mundo tendrá un presidente… que use cubrebocas (quedarán ya solamente Bolsonaro y López Obrador como “la pareja de la cara siempre descubierta”).
Ahora bien, del lado positivo, quizá lo primero y más notorio de este irregular cambio de gobierno en Estados Unidos es que por primera vez una mujer, Kamala Harris, asumirá la Vicepresidencia, cargo que también será por primera ocasión ejercido por alguien con raíces étnicas africanas y asiáticas.
Las prioridades de Biden
La agenda de reconstrucción de país tras el legado destructivo que deja Trump y de reposicionamiento del tradicional liderazgo internacional que ha ejercido Estados Unidos, bajo la conducción del presidente Biden, no admiten dilación alguna.
Es una obviedad que la situación de la pandemia en Estados Unidos no se resolverá con la llegada de un nuevo gobierno; pero el anuncio de 100 millones de vacunas en los primeros 100 días de gobierno es sin duda una promesa ambiciosa, factible, que marca un cambio radical de actitud frente a la pandemia en contraste con su antecesor.
Además —igual que hace 12 años le tocó a Obama— el flamante inquilino demócrata de la Casa Blanca tendrá que enfrentar una grave crisis económica que requiere respuestas inmediatas, en un entorno global de profunda recesión. Al menos contará con el apoyo del Congreso para aplicar instrumentos suficientes que probablemente permitan ir resolviendo estos importantes problemas.
En materia de política interior, uno de sus más importantes desafíos será ir revirtiendo el ambiente polarizado e intolerante al que tanto contribuyó Trump. En esa lógica, Biden deberá atender las razones que dieron lugar a la crisis racial que fue central en la agenda pública de Estados Unidos el año pasado; de ahí su insistente discurso de unidad nacional y reconciliación para dejar atrás el encono y polarización de los últimos cuatro años.
También en política exterior habrá mucho que revertir antes de poder emprender nuevos objetivos. En ese sentido, el anuncio de Biden de anular el “veto musulmán” trumpista para el ingreso a territorio estadounidense de ciudadanos de determinados países es un guiño en la dirección correcta; lo mismo su promesa de volver al Acuerdo de París y retomar la agenda ambiental y los respectivos compromisos globales.
Nueva relación bilateral con México
Por lo que respecta a México, el arranque del nuevo gobierno en Estados Unidos representa nuevos retos en la relación bilateral. En principio, tanto para México como para todo el mundo, no puede ser más que benéfico que por fin Trump deje la presidencia y la ocupe un líder sensato al frente de un gobierno profesional, con el cual se puede sostener una interlocución más o menos confiable.
Sin embargo, no se puede soslayar que la relación de Trump y su gobierno con México tuvo rasgos particulares, en comparación con otros países. Tal vez lo más grave de la relación bilateral en los últimos cuatro años es que se confundió la notoria afinidad personal entre ambos presidentes con los intereses de cada país.
Considerando su furibunda retórica antimexicana desde los tiempos de precampaña, allá por 2015, era de esperarse un grotesco avasallamiento de Trump contra nuestro país, una vez que llegó a la presidencia, y más aún dada la obviedad de que cada país trabaja en la búsqueda de sus legítimos intereses y la siempre asimétrica relación entre ambas naciones.