Del lado de la campaña demócrata hay que señalar la mesura y responsabilidad política de Biden. Actuó siempre proyectando confianza —como quien sabe que las proyecciones de los resultados, aunque ajustadas, le terminarían por dar el triunfo— y combinando, al tiempo, firmeza y paciencia, para no descarrilar el proceso.
La decidida participación de Barack Obama en la recta final de la campaña fue, sin duda, un activo importante para sumar en la definición del resultado; pero tras la elección pudimos, por fin, escuchar en la voz de Biden un discurso de un verdadero jefe de Estado y líder global, algo que ha estado ausente por cuatro años en Estados Unidos y que el mundo entero echaba mucho de menos.
Notable también el vibrante discurso de Kamala Harris, con la potencia de dignificar a las mujeres y todas aquellas minorías y sectores sistemáticamente ninguneados por el hoy perdedor, próximamente ex habitante de la Casa Blanca.
Gobierno dividido y polarización política y social
Biden tiene frente a sí algunos desafíos inmediatos de la mayor importancia. El primero, que en las nueve semanas y media que quedan por delante para el cambio de administración, un irracional e iracundo Trump en el ocaso —pero aún con un poder nada despreciable— haga todo lo posible por descarrilar el proceso de transición de gobierno.
La solidez de las instituciones estadounidenses hacen poco factible que Trump tenga éxito, pero sin duda “la hará cansada” todo lo que pueda.
Luego, todo parece indicar, Biden se enfrentará a un Senado que probablemente seguirán dominando los republicanos (aunque falta que se defina, en sendas segundas vueltas electorales a celebrarse en enero en Georgia, el destino de sus dos escaños), por lo que la negociación será fundamental para su agenda de gobierno y el desmantelamiento del legado destructivo que heredará: una polarización extrema, donde el respaldo social y los recursos políticos de la derecha populista siguen siendo demasiados y muy peligrosos.
Donald Trump fue un presidente divisivo desde su toma de protesta. Sus permanentes discursos y actitudes generaron constantes animadversiones y enfrentamientos, tanto doméstica como internacionalmente. El panorama, en ese sentido, es poco halagador.