Sin embargo, la abyecta actitud de Trump de desconocer en todo momento el contundente triunfo de Biden —tanto en el voto popular como en el Colegio Electoral, por más cerradas que hayan sido las votaciones en algunos estados— llegó a un nuevo límite en su contumaz actitud de impedir lo evidente: la sucesión de actos jurídicos que llevarán a Joe Biden a asumir la presidencia el 20 de enero.
En esa lógica, lo que ocurrió el miércoles en el Capitolio, si bien indeseable y muy lamentable, era un escenario factible que el propio Trump incubó y, probablemente, planeó.
Lejos de asumir su derrota y la alternancia en la presidencia, dado que estados clave y competidos se decantaron por los demócratas en las elecciones de noviembre, Trump mantuvo su retórica del fraude e impulsó toda clase de recursos legales y políticos para revertir el triunfo de Biden, todos y cada uno de los cuales fueron desestimados por autoridades electorales, judiciales y políticas en Estados Unidos.
Sin embargo, la mentira y el engaño, la retórica del robo de la elección y el azuzar a sus seguidores para impedir el triunfo demócrata tuvieron como consecuencia una de las más lamentables páginas en la historia estadounidense. Los actos vandálicos dejan como saldo, hasta ahora, cuatro muertos, el ataque a las oficinas de los líderes de ambas cámaras, las ominosas y ridículas imágenes de “protestas” (fotos para Instagram, en realidad) en el hemiciclo del Senado, y la violenta confrontación entre las fuerzas policiacas y los manipulados militantes trumpistas.
Al calor de los hechos, con exageración y sin fundamento, hasta de golpe de Estado se habló. Después de controlarse los actos vandálicos en el Capitolio, la sesión se retomó y se atendieron y rechazaron las objeciones para avanzar en la certificación de los resultados electorales.
Ante el timorato mensaje de Trump para pedir a sus seguidores que se contuvieran en los desmanes realizados en el Capitolio, resalta la contundencia en la condena de los desmanes y la reconducción a la legalidad e institucionalidad democrárica férreamente defendidas por Biden.
La elección clave de Georgia
Las elecciones (en segunda vuelta) del martes en Georgia para completar los dos escaños faltantes para la nueva integración del Senado fueron un punto determinante para reafirmar lo que la mayoría en Estados Unidos determinó desde noviembre: el rechazo a Trump y el cambio pendular que favorece al Partido Demócrata.
No es casual ni gratuito que un estado que tradicionalmente había sido republicano haya decidido en esta ocasión darle la espalda a los “rojos”, por lo que los demócratas Jon Ossoff y Raphael Warnock asumirán sus escaños senatoriales.
Con este resultado, el Senado quedará integrado en paridad con 50 senadores demócratas y 50 republicanos, y con el voto de desempate de la vicepresidenta, Kamala Harris, los demócratas contarán con el control del Senado, de la Cámara de Representantes y la Presidencia. Un vuelco pendular en el poder político en Estados Unidos. Un contundente castigo a Donald Trump.
Con el tiempo y la contundencia de los hechos en contra, Trump ha presionado y amenazado inclusive a sus aliados al más alto nivel con tal de impedir la victoria electoral de Biden. Hace unos días, esa confrontación llevó a la renuncia del procurador general, William Barr.
Su todavía vicepresidente, Mike Pence, se resistió a concederle el capricho, en la sesión del Congreso para la certificación de los resultados de la elección presidencial, de actuar fuera de los límites constitucionales a los que estaba sujeto.