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México ante la crisis climática

El gobierno de López Obrador se concentró en los aspectos económicos y sociales, pero dejó de lado el cambio climático y el medio ambiente, opina José Luis Reséndiz.
jue 28 enero 2021 11:00 AM

(Expansión) - México se ha quedado al margen de la discusión más importante del siglo. No, no es la pandemia. Se trata de la transformación del sistema económico basado en combustibles fósiles, el cual perderá vigencia en menos de 30 años y será sustituido por un modelo de bajas emisiones de carbono.

La creciente deuda que han adquirido los países durante la pandemia deberá pagarse con inversiones que generen rentabilidad y, al mismo tiempo, eviten la catástrofe climática a la que nos dirigimos.

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En este sentido, Joseph Biden se ha comprometido a “reconstruir mejor” el desastre económico provocado por la pandemia con un enfoque sustentable.

Por su lado, Boris Johnson anunció el inicio de la “revolución industrial verde” en Reino Unido después de la separación con la Unión Europea. ¿Cuál es la razón de este viraje radical? Evitar que la temperatura global supere los 2ºC. De lo contrario, experimentaremos una degradación acelerada del bienestar de la humanidad sin posibilidad de revertir el efecto climático.

La carrera hacia la neutralidad de carbono es un camino que el Gobierno de México ha decidido posponer. La principal razón se debe a que López Obrador hizo un diagnóstico incompleto de los problemas de México. Se concentró en los aspectos económicos y sociales, pero dejó de lado el cambio climático y el medio ambiente.

El poco peso que se le dio a este factor corresponde con una percepción de lo ambiental como algo secundario, de activismo minoritario.Tal omisión puede justificarse porque la evidencia más robusta sobre los plazos para revertir el cambio climático es relativamente reciente.

Globalmente, se reconoció la necesidad de evitar el aumento de la temperatura global en 2015 con el Acuerdo de París. A dos años de gobierno, López Obrador declaró que está por concluir las bases de la llamada cuarta transformación, que le tomó reflexionar, al menos, dos décadas.

Sin embargo, su transformación será insostenible si no integra una perspectiva climática, cuya esencia es financiera, política y tecnológica.

En términos generales, hay dos escenarios para la llama cuarta transformación. El primero es llevar hasta sus últimas consecuencias un modelo que traerá pérdidas económicas y sociales basado en la promoción combustibles fósiles y tecnologías que serán obsoletas a mediano plazo.

El desenlace de esta ruta será un ajuste disruptivo provocado por el sistema económico y político global que obligará a México a aventurarse en una transición energética destructiva y sin planeación.

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Una escena parecida a la apertura económica de los noventa, que significó un cambio atropellado que no disminuyó la desigualdad ni impulsó económicamente a México como se esperaba en las décadas siguientes.

La segunda alternativa es trabajar este año en un diagnóstico que integre una política climática al proyecto de la llamada cuarta transformación. Esto requerirá un esfuerzo sin precedentes para desplegar infraestructura sustentable, como la modernización de una red eléctrica que soporte la incorporación masiva de energías renovables y vehículos eléctricos, por ejemplo.

Pero también implicará el rediseño de las finanzas públicas donde se integren criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés), los cuales estarán estrechamente relacionados a la estabilidad financiera del país.

López Obrador acertó en entender la importancia de la inversión pública para transformar al país; sin embargo, los proyectos que eligió no corresponden a las condiciones climáticas del siglo XXI. La decisión más crítica será abandonar la idea de un desarrollo basado en combustibles fósiles.

Sin duda el reto es enorme, pero el gobierno actual tiene la ventaja de tener un apoyo político suficiente para dar un golpe de timón. En este año electoral, donde se renovarán gobiernos que operarán hasta 2027, debemos exigir una política climática, abandonar el debate de la necesidad o no de las energías renovables, y colaborar para decidir qué tipo de transición queremos: disruptiva y violenta o planificada e inclusiva.

Nota del editor: José Luis Reséndiz es Investigador de Doctorado en el Programa de Finanzas Sustentables de la Universidad de Oxford y Fundador de ESG Latam. Síguelo en Twitter como @jl_resendiz Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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