Por un lado, la información presentada este viernes significó una buena noticia, al mostrar una continuada recuperación en ambos indicadores después de los estragos del segundo trimestre del año y de la llegada de la pandemia; aunque las dos variables muestran caídas anuales, ya no son tan pronunciadas como el (-)38% y el (-)24% que se llegó a observar en la inversión y el consumo, respectivamente.
Sin embargo, esto no significa que alguno de los dos indicadores se haya recuperado en su totalidad: al cierre de noviembre, la inversión habría retrocedido alrededor de una década y muestra niveles similares a los que tenía en diciembre 2009. Por su parte, el consumo privado -que refleja las capacidades económicas de la población mexicana para hacer compras de bienes y servicios en el mercado nacional- mostró niveles similares a los de hace 4 años (en mayo 2016).
Aunque la recuperación en el consumo ha sido continua desde junio 2020, la observada en la inversión ha sido más lenta, y con una caída adicional en septiembre. Además, la inversión padece debilidad desde antes de 2020, ya que en 2018 inició una tendencia a la baja que ha sido intensificada por decisiones gubernamentales que han afectado la confianza para invertir en México.
En este contexto, es el sector externo el que se ha vuelto el principal motor de la recuperación económica en el país. Sin embargo, el sector de exportaciones no es suficiente para alcanzar una recuperación rápida de la economía nacional. Organismos nacionales e internacionales estiman que una recuperación completa de los niveles que la economía tenía antes de la crisis no se alcanzará ni en 2022 ni en 2023.
Ante este panorama, queda claro que se necesita más que depender únicamente de la reapertura gradual de los negocios y de la estrategia de vacunación -factor cuya implementación rápida, eficiente y bien planeada resulta indispensable para la reactivación económica-, sino que se necesitan también planes de acción enfocados a los diferentes motores económicos.
Para impulsar la inversión, más allá de una cooperación con el sector privado y una agilización de trámites -sin duda, elementos importantes-, se necesita recuperar un ambiente de certeza en el cumplimiento de contratos y seguridad para las inversiones nacionales e internacionales que se hacen en México. Comportamientos como la reciente iniciativa de reforma al sistema eléctrico nacional, cuyos contenidos desincentivan la inversión privada en el sector, van en el sentido contrario .