Se trata, entonces, de una virtud que ayuda en la mejora integral del individuo, a la complementariedad de habilidades en general.
Lo mismo ocurre en el ámbito político. Aun cuando una persona estudia la ciencia o la disciplina en sí, serán sus destrezas las que le ayuden a llevar la teoría a la práctica y de regreso, en un ciclo virtuoso. Esto, además, añade las vivencias y experiencias, los éxitos y fracasos, que acumulan conocimiento y, en ciertos casos, sabiduría.
Es en ese punto en donde se fusionan y hacen sinergia todas esas herramientas para afrontar los momentos que la profesión, y la vida misma, exigen.
Este es claramente el caso de Joe Biden, 46º presidente de los Estados Unidos de América, quien conjunta sin lugar a duda estas características y que, a través de los años y de sus capacidades, ha logrado afinar y afianzar su oficio político de forma muy respetable.
En su primer mes en la Casa Blanca, el presidente Biden firmó 31 órdenes ejecutivas para transformar el desastre político, social y económico que heredó (asumiendo su responsabilidad y sin centrarse en pretextos o culpas dirigidas a sus antecesores, como ocurre en otros países).
Esto habla de su pragmatismo y de su capacidad operativa y de ejecución, basada en un equipo robusto y multifacético, pero, sobre todo, en un líder experimentado que entiende los tiempos y las necesidades inmediatas y a futuro de una nación.
Estados Unidos, como potencia hegemónica que sigue siendo, juega en distintas pistas simultáneamente. Es una ecuación demasiado compleja, pues cada acción impacta, directa o indirectamente, en un entramado mucho mayor. Tanto las decisiones internas como las dirigidas al entorno exterior van ligadas dentro de una estrategia rectora.
Así, la división racial y de clases en el país, las manifestaciones de grupos radicales, el planteamiento de una reforma migratoria integral o las catástrofes climáticas y de salud incidirán inmediatamente en la implementación de disposiciones a ejercer por parte del líder y su aparato gubernamental.
Con ello se plantearán las posibles soluciones, los medios y mecanismos necesarios para llegar a ellas, en el corto, mediano y largo plazo. Es evidente que muchos de estos problemas no se resolverán de la noche a la mañana, pero la acción inmediata permitirá un control y manejo más directo y un equilibrio dentro de los procesos de negociación y diálogo.
En cuanto a las decisiones exteriores, igualmente, el habilidoso político no se ha hecho esperar. No sólo a manera de simbolismo y narrativa se ha vislumbrado el mensaje que Estados Unidos quiere dar al mundo; los hechos valen más que mil palabras.