Quienes están en la primera línea de batalla contra el COVID-19 no albergan la mínima duda: el periodo vacacional de la Semana Santa ya está aquí y, a pesar de los brutales impactos que la pandemia ha provocado en México, nos encaminamos a un nuevo pico de la enfermedad. La movilidad que ya se registra en aeropuertos, destinos turísticos y en zonas urbanas es el preludio de lo que tanto tememos.
Sin embargo, hay elementos que podrían hacer pensar que la tercera ola no será tan fuerte como la segunda, por ejemplo, cuando se registró el pico más alto de contagios (en el periodo del 5 al 20 de enero de 2021), después del periodo vacacional de fin de año.
En aquel entonces estábamos frente a una temporada donde imperaba el frío, las ventanas permanecían cerradas y la naturaleza del asueto provocaba abrazos y la convivencia social en las casas. Ahora, en cambio, son menos los días de descanso y las concentraciones tendrán lugar en espacios abiertos.
Así, ante un asueto que será más corto, se espera que la estela de contagios tampoco sea tan alta. “Sí habrá una tercera ola. Mi proyección es que empezará a manifestarse alrededor del 20 de abril, pero el tamaño de la ola dependerá del tamaño del asueto. No creo que sea tan grande porque la naturaleza del asueto es diferente”, afirma Ricardo Mansilla, doctor, investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
Como sea, el temor radica en las nuevas variantes del virus. Las autoridades sanitarias ya han identificado por lo menos dos y se ha establecido un grupo conformado por varias instituciones, entre ellas la UNAM, que estudia el viaje de las variantes en tiempo real, procesando cientos de muestras cada semana y tratando de detectarlas lo más pronto posible para saber por dónde se están metiendo y así meter controles adicionales.
“Identificar las variantes ayuda a saber si de repente cambia el patrón epidémico (por ejemplo, que resurjan los contagios en alguna comunidad o en el personal de salud que ya ha sido vacunado). Las variantes las vamos a poder agarrar antes de que provoquen numerosos contagios. Por eso es importante que se haga la vigilancia virológica y que vayan entrando las vacunas”, dice Mauricio Rodríguez, microbiólogo y vocero de la Comisión COVID-19 de la UNAM.
Hasta el momento no hay una medida clara que permita determinar cómo han impactado esas nuevas variantes en la población; tampoco es posible saber sus grados de contagio y peligrosidad. Pero es momento de mantener la administración de riesgos, las medidas elementales de cuidado.
¿Estamos a la altura de las circunstancias?
Rafael de Gasperin, filósofo clínico y profesor del ITESM, sostiene que vivimos una crisis psicoemocional y una agitación en los estados de conciencia de muchas personas, lo que provoca que haya quienes no albergan el mínimo cuidado y, mucho menos, el interés de proteger a los otros.