Pues bueno, hace unos días el Ejecutivo envió una iniciativa de Decreto que reforma y adiciona diversas disposiciones de la Ley de Hidrocarburos, la cual –entre otros aspectos aberrantes– pretende regular la suspensión de permisos de almacenamiento y expendio de hidrocarburos otorgados a particulares, y el control de las instalaciones por parte de Petróleos Mexicanos (Pemex) durante el tiempo que dure la suspensión.
No nos equivoquemos, es una forma populista de disfrazar expropiaciones.
La iniciativa no señala un límite temporal, no señala un procedimiento administrativo, no señala un mecanismo de protección a las inversiones y no señala los fundamentos constitucionales.
Lo que sí señala son las causales: “la protección de la nación mexicana frente a las amenazas y riesgos que enfrente nuestro país; la preservación de la soberanía e independencia nacionales y la defensa del territorio; la defensa legítima del Estado mexicano respecto de otros Estados o sujetos de derecho internacional, y la preservación de la democracia, fundada en el desarrollo económico social y político del país y sus habitantes, entre otros”.
Nuevamente nos inundan con el dogmatismo, el secuestro de conceptos y las ideologías basadas en lo que una persona dice –durante dos horas diarias cada mañana– que entiende por “beneficio nacional”, “interés nacional”, “soberanía nacional” o “bien común”.
Nuevamente, el dogmatismo “ad nauseam”.
Insisto, la peor privatización de Pemex y de Comisión Federal de Electricidad (CFE) es la privatización de las ideas, y los mexicanos lo pagaremos muy caro.
Claro, el secuestrador de ideas y abusador de ideologías se irá simplemente a su rancho y dirá “tan bien que íbamos”, los enemigos (más ficticios e imaginarios que reales) “no nos dejaron gobernar”.
Pero entendámoslo, los errores los pagaremos los únicos que ostentamos el carácter de público, contra las ideas que son secuestradas por lo estatal. No es lo mismo.