De ahí han surgido las Leyes Modelo Uncitral, los Términos Internacionales de Comercio Internacional (Incoterms), los Uniform Commercial Practices (UCP) y muchas otros cuerpos nacionales e internacionales. Todo eso lo expongo en mi libro “Derecho de los Negocios Internacionales” (Editorial Porrúa).
Ahora bien, para que eso ocurra, las conductas, actividades y costumbres mercantiles tienen que cumplir con dos requisitos fundamentales: primero, la comunidad tiene que opinar y consensuar que es necesaria y deseable su regulación (“opinio iuris sive necessitatis”); y segundo, dicha conducta, actividad o costumbre tiene que tener una reiteración, coherencia, cohesión y lógica en el tiempo (“inveterata consuetudo”).
¿A qué viene esto? Hace unos días el Gobierno federal publicó lo que denominó la “Guía Moral para la Transformación de México”.
No existe mexicano de bien que no aplauda el que se pretenda establecer bases para una convivencia nacional, y que procure la creación de un mejor país con desarrollo, oportunidades, trabajo bien remunerado, salud, libertad, justicia, Estado de Derecho y protección al medio ambiente.
La “opinio iuris sive necessitatis” del documento está satisfecha.
Desafortunadamente, para que los lineamientos de conductas públicas, privadas, sociales, económicas, comunitarias y empresariales tengan arraigo y dejen de ser documentos de buena fe para convertirse en un marco coercible moral o legal, se requiere de la “inveterata consuetudo”, es decir, debe tener una reiteración, coherencia, cohesión y lógica.
De no tenerlo, será solo un panfleto.
En el sector energético son varios los choques frontales entre lo que se dice en dicho documento y lo que realmente ocurre. El gobierno, como parte de la sociedad en su calidad de gobernante, exige al gobernado algo que en la práctica el primero no pone en práctica.
Pongo al sector energético como marco de referencia.