Recuerdo cuando se limitaba la generación con combustibles altamente contaminantes; recuerdo que los privados coadyuvaban al fortalecimiento de la red mediante refuerzos al sistema eléctrico nacional, a través de estudios indicativos, de impacto y de instalaciones.
Recuerdo cuando se entendía que el bien común de la red tomaba en cuenta aquello para lo cual el Estado no tiene recursos, y la ley expresamente permite alianzas para construir nueva infraestructura a favor del Estado.
No hace mucho tiempo, la Comisión Reguladora de Energía (CRE) era una institución de verdadera clase mundial y el Cenace era un operador imparcial del sistema. Me acuerdo cuando el conocimiento, la técnica, los estudios y la preparación en el sector eran aplaudidos.
No hace mucho tiempo, los privados construían y entregaban al Estado enormes tramos de redes de transmisión y decenas de subestaciones, en armónica colaboración con la CFE. Recuerdo que, en el pasado, se entendía el bien común de un sistema eléctrico que, si bien era propiedad del Estado, era usado por públicos y privados por igual.
Vuelvo a preguntar, ¿a qué pasado no quieren que regresemos?
Lo hemos dicho en diversos artículos: los fundamentos y dogmas no controlan el sistema físico, los racionales técnicos, operativos, financieros y legales de la industria eléctrica. Tan no los controlan que, ante sendas demandas de amparo, el Poder Judicial decidió a favor del estado de Derecho y no de las enormes ideas (algunos les llaman ideotas), dogmas nivel estampitas de papelería y fundamentos tribales. Ahora esos jueces también son “culpables del apagón”.
Y a diferencia de las tribus, adelantamos que los tribunales internacionales emitirán sentencias contra México, y no habrá versículo, parábola ni pasaje de la economía moral ni cartilla ética que les haga cambiar su laudo. México, por más soberano que sea, tendrá que acatarlos.
Siendo más claros, los dogmas son tan inútiles y retrógradas que, ante un desbalance del sistema eléctrico nacional, el mismo colapsó y no hubo memorándum que lo rescatara. El colapso fue, nuevamente, soberanamente nuestro y de nadie más. ¡Vivan los Niños Héroes!
Fracaso “orgullosamente” mexicano; y eso es solo el comienzo, aunque –como lo dicen a razón del colapso del sistema eléctrico– nos juren que no volverá a ocurrir, pues la política actual en materia energética ya había ocurrido entre 1970 y 1982, y fue un rotundo fracaso que llevó a un carismático populista a llorar en cadena nacional frente a lo patético de su dogmática ineptitud.
Total, se enjuagó las lágrimas y se fue a su rancho (colina, en realidad) dejando el país hecho pedazos.
Efectivamente, en el 2021 no queremos que regrese el pasado.
Nota del editor: Claudio Rodríguez-Galán es Socio de la Práctica de Energía de Thompson & Knight. Está clasificado como un “Abogado Líder en Energía”, mexicano y global, por varias publicaciones internacionales, incluyendo Global Chambers, Chambers & Partners, Legal 500 y Who’s Who Legal. Claudio tiene más de 18 años ininterrumpidos ejerciendo el Derecho Energético. Es Maestro y Candidato a Doctor en Derecho. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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