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Pensar en una política industrial para el fomento del 'clúster'

A mayor tamaño del clúster, tanto en número de empresas como en talento, mayor será el nivel de autosuficiencia en términos de atraer inversión, apunta Juan Alberto González.
vie 30 abril 2021 12:07 AM

(Expansión) - La Confederación de Cámaras Industriales (CONCAMIN) señaló que en 2020 desaparecieron un millón de empresas en México. La pregunta que surge aquí es; ¿Cuál es la diferencia entre los negocios que sobrevivieron a la crisis del COVID-19 y aquellos que no lo hicieron?

Una de las respuestas a esta pregunta se relaciona con el nivel de profundidad con la cual las empresas interactúan con sus stakeholders, de manera que dichas interacciones contribuyeron a crear ventajas competitivas para las organizaciones y representaron la fuente principal para detonar acciones y proyectos de innovación.

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Estas interacciones se crean y fortalecen especialmente en modelos que fomentan la aglomeración de empresas y organismos en la búsqueda por ser más competitivos. Como modelo de aglomeración, los clúster representan la acción colectiva necesaria para fomentar la integración productiva que permita a los participantes tener acceso a potenciales beneficios derivados, tanto de la relación con actores externos como de las relaciones entre los mismos miembros.

Un objetivo central de este tipo de integraciones productivas es reducir las dificultades de las pequeñas empresas para invertir en I+D (dificultad que no tienen las grandes firmas por el volumen de capital que manejan). En esos casos los clúster favorecen la asociación entre pequeñas empresas para invertir en I+D de manera conjunta. Su creación se debe entender en términos de política industrial, más que a una necesidad de mercado.

Se requieren modelos de integración productiva en los cuales no solo se tenga un enfoque de eficiencia productiva donde la finalidad de la aglomeración sea el aprovechamiento de las economías de escala internas, por el contrario, se debe trabajar en modelos que consideren un enfoque urbano y de consumo.

Estos modelos deben incluir desde economías del hogar hasta la dinámica social, pasando por la habilitación de nodos o puntos de innovación que les permita a las empresas del conglomerado acrecentar su oferta de valor en el desarrollo de productos o servicios y llevarlos al mercado en una posición de ventaja competitiva.

Algunos beneficios externos e internos que trae consigo el desarrollo de clúster son los siguientes:

Externos:

1. Acceder y competir en nuevos mercados,
2. Acceder y alcanzar certificaciones en menor tiempo y menor costo,
3. Trabajar por conseguir mejoras regulatorias,
4. Acceso a nuevas fuentes y esquemas de financiamiento,
5. Capacidad de responder a cambios en demandas -en volumen y variedad-,
6. Acceder a asistencia técnica para la adopción de tecnología e innovación.

Internos:

1. Generar estrategias de articulación y de cooperación entre actores;
2. Generar innovaciones y desarrollos tecnológicos con base en la complementariedad de capacidades,
3. Mejorar o innovar el modelo de negocio propio,
4. Acceso a capacidades, talentos y buenas prácticas probadas,
5. Generar especialización o ampliación intersectorial.

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Esta aglomeración industrial también puede crear fuertes incentivos al aprendizaje, sometiendo a las empresas nacionales a la competencia del mercado interno e internacional. Nótese que este énfasis en el aprendizaje va más allá de los argumentos tradicionales del “libre comercio” a favor de la orientación exportadora.

A mayor tamaño del clúster, tanto en número de empresas como en talento, mayor será el nivel de autosuficiencia en términos de atraer inversión, así como la apertura de nuevas empresas y entidades que no solo se integren a la oferta de bienes industriales, sino que también brinden servicios de soporte y, por lo tanto, el monto de las transacciones que se realizan al interior del clúster se verán incrementadas con efectos multiplicadores en el ingreso nacional.

Ante la actual política científica y tecnológica del país, la configuración de estas integraciones productivas puede derivar en importantes esfuerzos para adaptarse y asimilar tecnologías que se hallen en la frontera del conocimiento, provenientes de las universidades y centros de investigación del país.

Estas actividades no serán gratuitas, pues requerirá que las empresas se familiaricen con los acontecimientos científicos y tecnológicos pertinentes en sus campos industriales.

Si bien estas actividades no serán estimuladas por la acción de la política pública, esta puede ser una gran oportunidad para construir capacidades sociales de absorción o competencia para adopción de tecnología a efectos de reducir la brecha entre el mejor procedimiento local y la práctica internacional.

Pensar en una política industrial hacia el fomento a la creación de los clúster, redes o distritos industriales, ayudará a la modernización de las estructuras industriales de las distintas regiones del país; en ello quizá también este pueda ser un llamado a las universidades para que abran sus laboratorios y áreas de desarrollo tecnológico a las empresas, con la premisa de conectar los resultados de sus investigaciones con las necesidades de la industria nacional.

De esta manera se capitalizan el recurso humano de alto nivel formado en las universidades para favorecer la innovación tecnológica a escala local. Por ello el principio que deberá regir esta relación entre las empresas y las universidades es que debe existir una necesidad expresa (por ejemplo, por parte de empresas) y que esa necesidad debe ser satisfecha (por ejemplo, en términos de transferencia de tecnología, de pruebas, etc.) por un determinado agente o grupo de agentes con un conocimiento técnico adecuado (por ejemplo, investigadores u oficinas de transferencia de tecnología de la universidad).

Impulsar modelos industriales de aglomeración, como un instrumento de política pública para hacer frente a los impactos económicos del COVID-19 y para la recuperación económica en el mediano plazo, deberá enfocarse en cinco acciones claves; (i) transferencia de tecnología; (ii) creación de empresas; (iii) servicios de educación y capacitación; (iv) asesoramiento sobre diversas funciones de la empresa; y (v) sensibilización y promoción para transformar la demanda latente de servicios de innovación en demanda explícita.

Nota del editor: Juan Alberto González Piñón es director de Spark UP y académico de la Facultad de Empresariales de la Universidad Panamericana. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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