En el país, los egresados del nivel superior encuentran un empleo relativamente rápido… aunque, la mayoría de esos trabajos no requiere el nivel educativo que los egresados tienen. En este sentido, la OCDE señala que el 40% de los egresados de educación superior trabaja en una ocupación que no está relacionada con su área de estudio; por otro lado, la OIT, señala que en México el 54% de los empleadores enfrenta dificultad para cubrir los puestos de trabajo.
Resolución de problemas complejos, pensamiento crítico, creatividad, gestión para la innovación, coordinación de equipos (incluso de manera virtual), inteligencia social y emocional, juicio y toma de decisiones, emprendimiento y negociación, son algunas de las habilidades y competencias más relevantes para el mercado laboral.
Lo anterior trae nuevamente a la discusión el prever que en los planes y programas de estudio se encuentren incorporadas actividades aplicables y ejecutables a contextos reales; algunas acciones que pueden impulsar este objetivo son:
1. Integrar actividades de enseñanza tanto en las aulas, como en contextos reales de aprendizaje y espacios con equipamiento especializado.
2. Favorecer la formación integral de los estudiantes y desarrollar sus competencias profesionales, de alto valor en los mercados laborales y pertinentes con estándares consensuados entre el sector productivo y la academia.
3. Vincular a las instituciones educativas con el sector productivo, definiendo de común acuerdo las actividades de formación de los estudiantes en los contextos reales.
4. Impulsar la cultura emprendedora, así como el interés en la ciencia y tecnología para la innovación; los jóvenes que no desarrollan competencias emprendedoras limitan de manera drástica su desarrollo profesional, haciendo casi inevitable el aspirar únicamente al trabajo asalariado o la inserción precaria por cuenta propia.
5. Ofrecer opciones flexibles para jóvenes que buscan combinar sus estudios con otras actividades.