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La reforma de hidrocarburos: pelearse contra la realidad

México puede y debe encontrar su propio camino en ese mundo real, más allá de la ideología. Tenemos abundante aire y sol para ser potencia en renovables, considera Rodrigo Villar.
vie 30 abril 2021 12:01 AM

(Expansión) - En el maratón legislativo del Congreso hay un común determinador que hace que reformas en asuntos tan distintos como el sector hidrocarburos y el funcionamiento del Poder Judicial salgan con una marca de familia: la pretensión de imponer una voluntad y una visión (en el mejor de los casos), así haya que torcer y aun desnaturalizar al Estado de derecho y, de paso, a la lógica.

Por un lado, tratar de prolongar el periodo de un presidente de la Suprema Corte de Justicia, algo literalmente prohibido por la Constitución, con un simple artículo transitorio de una ley secundaria. En el otro, la determinación de coartar derechos, también sustentados en preceptos constitucionales, para invertir y trabajar en producción, procesamiento, almacenamiento, transporte, expendio, importación y exportación de hidrocarburos y petrolíferos.

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La vinculación es clara. Con un Legislativo dispuesto a tramitar sus iniciativas “sin cambiar una coma”, si el Poder Ejecutivo capturase los órganos de control del Judicial –la propia Corte y la Judicatura–, podría llevar adelante cualquier decisión, hacer constitucional lo inconstitucional o remover a algún juez que se atreva a otorgar un amparo.

Así, bien puede aplicar, sin contratiempos, una contrarreforma con potencial confiscatorio como la de hidrocarburos, tal como desplazar a las energías renovables, obligar a los ciudadanos a entregar sus datos biométricos sin garantías, construir un tren en medio de la selva sin estudios ambientales serios o permitir la reelección de un ministro o un presidente.

Con esta Ley de Hidrocarburos, el gobierno, con la intermediación de reguladores previamente colonizados, podría suspender permisos bajo criterios discrecionales como estimar un peligro para la seguridad energética y nacional. No sólo eso: también ocupar las instalaciones involucradas. Si eso no es expropiación, se le parece demasiado. Unas 1,600 compañías con operaciones en esta industria pueden quedar expuestas a esa precariedad jurídica.

Además, los legisladores de la llamada cuarta transformación se sacaron del sombrero otra iniciativa, aprobada en fast track en Diputados, para librar a Pemex del artículo transitorio que le sujetaba a regulación asimétrica para limitar posturas monopólicas en ventas de primera mano y comercialización de hidrocarburos, petrolíferos y petroquímicos.

La intención de la reforma del 2014 al respecto era clara: favorecer la competencia. La de ahora igual: vuelta a la concentración, a expensas de quienes invirtieron en esos sectores y los consumidores. Pagaremos más, sea en precios más altos de gasolina o diésel, o bien para financiar subsidios que impidan el aumento.

Está por verse si algo de eso se frena por la vía de amparos o a través de los tratados de libre comercio. De lo que no hay duda es que se sigue mandando pésimas señales a la inversión. Más aún con el otro elemento que impregna toda la política energética actual: la fijación con un pasado rebasado, esquivando los desafíos y también las oportunidades del presente y del futuro.

El futuro energético no está en los combustibles fósiles: pelearse con la realidad es absurdo. Mientras en el mundo se establecen objetivos de neutralidad de carbono al 2050, aquí las metas apuntan a 1970. La participación presidencial en la cumbre contra el cambio climático que organizó Estados Unidos lo dice todo: presumir como contribución nacional que hayamos encontrado más petróleo y ser autosuficientes en gasolina.

Qué contraste con el objetivo presentado por Joe Biden de cortar a la mitad las emisiones invernadero a 2030, o con la exigencia de la joven activista de origen mexicano Xiye Bastida, de acabar con los subsidios a hidrocarburos.

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Nada de eso implica descartar a Pemex. Al contrario, es una empresa fundamental para el abasto energético y debería ser puntal de la transición energética de México. Puede reestructurarse para adaptarse a lo que viene, como lo está haciendo la mayoría de las petroleras, o hundirse más en sus pérdidas por un propósito imposible: no puede haber autosuficiencia ni soberanía en la bancarrota y la obsolescencia.

Ejemplos sobran de lo que puede hacerse. Dinamarca canceló sus rondas de explotación y su empresa Ørsted se ha deshecho de sus posiciones en hidrocarburos para convertirse en el mayor desarrollador de energía eólica en altamar, lo que incluye alianzas para aprovechar y también producir hidrógeno verde.

La finlandesa Neste cambia su base histórica de activos de refinación al procesamiento de biocombustibles y varias empresas reconvierten infraestructura y capacidad para la captura de carbono, servicio demandado por industrias como la cementera.

México puede y debe encontrar su propio camino en ese mundo real, más allá de la ideología. Tenemos abundante aire y sol para ser potencia en renovables. En cambio, de acuerdo con las reservas probadas de petróleo reportadas, se acabarían en 11 años si vamos a fondo con los planes de “autosuficiencia” expuestos, si es que para entonces todavía hay dinero para subvencionar a Pemex.

Lo peor de reformas como esta de hidrocarburos es que, en el fondo, el fin buscado es recapturar mercados para capturar ingresos; no para invertirlos en algo productivo y sustentable, sino en refinerías y en un proyecto que tiene más de obsesión anacrónica de políticos que de visión energética. Más claro: es meter más dinero bueno al malo. No lo merece nuestro país.

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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