Entender la expropiación de 1938 es asunto de la historia. Para rescatar a Pemex hoy, como es preciso por ser puntal del sector energético, hay que entender el contexto y las necesidades nuestro tiempo. Una cosa es reestructurar para darle viabilidad financiera y operativa; otra tratar de revivir, a costa del erario, un modelo de monopolio paraestatal anacrónico.
Pemex, como está, pone en riesgo nuestra estabilidad macroeconómica. El año pasado perdió 481,000 millones de pesos, equivalente al 70% del presupuesto nacional de salud. Más aún, el apego trasnochado a los combustibles fósiles nos pone en contradicción con el mundo, el futuro, el medio ambiente y la salud de millones de mexicanos.
De subvencionar al Estado mexicano, la empresa pasó a un estatus de quiebra virtual que se haría realidad automáticamente sin el dinero público que recibe. Su deuda asciende a 113,000 millones de dólares; supera el valor de sus activos. En dos años le han metido miles de millones en capital, exenciones fiscales, apoyos como canje de pasivos pensionarios.
A riesgo de llevarse “entre las patas” a la deuda soberana, su Director General acaba de decir que el gobierno asumiría la de Pemex. No obstante, la producción de crudo cayó al nivel más bajo en 40 años y la de gas natural bajó 50% en una década, por lo que, al margen del nacionalismo oratorio, la dependencia de la importación llega a 70%, sin ningún plan para cambiar la ecuación.
En realidad, vamos en sentido contrario: las demás petroleras se reconfiguran para salir a flote del golpe de la pandemia, que tiró la demanda, y en vez de pelearse con la transición energética, invierten y se asocian para adaptarse.
Por ejemplo, Petrobras saneó sus finanzas gracias a un plan que incluyó la venta de ocho de sus 13 refinerías. Shell reconvierte seis para petroquímica de más valor agregado, además de invertir en renovables. BP se alió con Equinor, de Noruega, y la danesa Ørsted para campos eólicos marinos y producción asociada de hidrógeno verde, así como con Volkswagen para una red de carga de vehículos eléctricos. Incluso Arabia Saudita anunció que cubrirá la mitad de su demanda con renovables en 2030.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Princeton sobre el objetivo de Estados Unidos de cero neto de efecto invernadero a 2050, hacia 2030 la mitad de todos los automóviles que se vendan serán eléctricos, hasta que el motor de combustión interna sea abandonado.