Nos hacían empezar empresas, aunque en realidad confundíamos las pequeñas empresas con startups. Las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas deben su título a que ya conocen y dominan su modelo de negocio, es decir, saben quiénes son sus clientes, por qué les compran, qué producto venderán, su precio, sus canales de distribución, etc. En otras palabras, están en una etapa de vida donde crean, entregan y capturan valor, mientras que una startup aún no está ahí.
Una empresa, sea cual sea su tamaño, ejecuta y explota un modelo de negocio validado. En cambio, una startup explora, experimenta y busca ese modelo de negocio que la convertirá algún día en empresa.
En 1998, después de haber cursado una ingeniería en México y una maestría en el extranjero, creí estar listo para empezar una empresa. Sí, tenía esa idea; lo que emprendiera ya sería empresa desde el día uno.
Previamente, hice mi tarea. Escribí un plan de negocios, como lo enseñaban en la escuela: desde detectar la oportunidad, tener una misión, visión y valores, un análisis e investigación de mercado, un plan de producción y de operaciones y una estrategia legal, incluyendo también un plan financiero con sus debidas proyecciones (hasta calculé valores presentes netos y tasas internas de retorno).
Cuando ejecuté el plan, me enfrenté con Mike Tyson y me noqueó en el primer round. Mike Tyson eran mis clientes, a quienes creía que les iba a enloquecer mi producto. Pero qué equivocado estaba... Ninguna de las proyecciones y cálculos del plan de negocios sirvieron. Quienes creía que eran mis clientes no necesitaban mi producto. Y me noquearon.
Tuve que replantear completamente el modelo de negocio, aprendiendo de los comentarios de mis clientes. Mi modelo era poco o nada innovador, igual que muchos otros negocios, resolvía el mismo problema de la misma forma. ¿Quién querría cambiar de proveedor por uno que ofrece exactamente lo mismo?