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¿Ha llegado el momento del IETU?

Si el propósito es aumentar la recaudación, impuestos indirectos como el IVA son muy efectivos, pero la crítica sobre su regresividad es válida, señala Sergio Luna.
mar 13 julio 2021 12:03 AM

(Expansión) - ¿Necesita México más ingresos públicos? Supongamos que quien gobierna hoy, mañana o en 2025 se compromete a cuadrar los libros, independientemente de si cree en un gobierno chico o grande. A ojo de buen cubero y ajustando por la pandemia, nos hace falta algo así como 1.5% del PIB por año, que en lo que va de este sexenio ha salido de gastarnos lo guardado, y ya se acabó.

Apostar al ingreso petrolero es mala broma. No queda pues más que mayor recaudación tributaria. Aquí las noticias son mixtas. Al 2019 la OCDE calcula la relación ingresos tributarios a PIB de México en 16.5%, muy por debajo del promedio de sus miembros.

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Para el libertario que llevamos dentro – particularmente cuando vemos cómo se gastan los dineros públicos – es más que suficiente. Para quien debe cuadrar los libros es buena noticia: cuando la recaudación es baja es más fácil aumentarla que cuando es muy alta, como en Brasil, donde alcanza el 33.1%.

En ese contexto, se suponía que después de la elección intermedia seguiría la reforma fiscal. Hasta el relevo en Hacienda parecía tener ese propósito. Sin embargo, hay señales confusas. El presidente declara que no aumentarán los impuestos. La titular del Servicio de Administración Tributaria habla de aumentos en la recaudación por 1% del PIB, bajo la premisa de una tasa efectiva del Impuesto Sobre la Renta (ISR) entre grandes contribuyentes de solo 1.3%. El diputado Ramírez Cuellar va más lejos y habla de hasta 4% del PIB más de recaudación extra.

Eso podría indicar que la llamada cuarta transformación está por tomar otra decisión equivocada. AMLO sabe que hablar de reforma fiscal cuesta en simpatías; Alejandro Moreno ha documentado este efecto sobre la popularidad presidencial en México. Ante este dilema, no sería la primera vez que el presidente evite decisiones difíciles optando por números alegres. Una tasa efectiva de 1.3% del ISR corporativo sugiere que hay mucha tela de dónde cortar.

El detalle, diría Cantinflas, es que está calculada usando el ingreso bruto de las empresas en el denominador, no su utilidad. Piense en el sistema ISR como un rayador de queso. La cifra engañosa de 1.3% supone que todo lo que hace falta es aplicar más presión a la hora de rayar. Ya se imaginará el lector las consecuencias.

La discusión debe ir por otro lado. Hay fuentes de ingreso que no hemos explorado o que están subutilizadas, como el predial. Ayudan, pero no bastan. Si el propósito es aumentar la recaudación, impuestos indirectos como el IVA son muy efectivos, pero la crítica sobre su regresividad es válida. Ajustarlos para moderar esos impactos (exenciones, tasa cero) no eliminan su mala imagen y sí disminuyen su efectividad.

La otra opción es reconsiderar el impuesto sobre la renta. Mas factible políticamente hablando, está lleno de agujeros que efectivamente acotan su base – en esto tirios y troyanos están de acuerdo. En nuestro símil, el problema es lo disparejo del rayador.

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Juan Pérez Porrúa – uno de los economistas más brillantes que ha dado este país – diseñó un rayador distinto, que goza de la efectividad recaudatoria del IVA, pero que aplica sobre la base del ISR. Es el Impuesto Empresarial a Tasa Única (IETU). En las palabras de un fiscalista, contra el IETU no hay defensa.

El tema es que fue originalmente aplicado como un impuesto de control y complemento al ISR. Fue bajo esas condiciones que obtuvo la declaratoria de constitucionalidad de la SCJN y evitó conflicto con los tratados de doble tributación con nuestros socios comerciales, Estados Unidos en particular.

Desde entonces los vientos en el mundo cambiaron; el G20 está discutiendo una reforma global tributaria y el IETU podría ser una opción atractiva para sustentar uno de los dos pilares de esa propuesta, reemplazando a la tasa mínima en el centro de las discusiones. Como su creador, quizá el IETU se adelantó a su tiempo, pero los dilemas fiscales que hoy viven México y el mundo sugieren que su hora puede haber llegado.

Nota del editor: Sergio Luna estudió Economía en la UNAM y la Universidad de Londres. Fue economista en el Banco Nacional de México durante 33 años y continúa en dicha profesión, ahora de manera independiente. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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