Para el libertario que llevamos dentro – particularmente cuando vemos cómo se gastan los dineros públicos – es más que suficiente. Para quien debe cuadrar los libros es buena noticia: cuando la recaudación es baja es más fácil aumentarla que cuando es muy alta, como en Brasil, donde alcanza el 33.1%.
En ese contexto, se suponía que después de la elección intermedia seguiría la reforma fiscal. Hasta el relevo en Hacienda parecía tener ese propósito. Sin embargo, hay señales confusas. El presidente declara que no aumentarán los impuestos. La titular del Servicio de Administración Tributaria habla de aumentos en la recaudación por 1% del PIB, bajo la premisa de una tasa efectiva del Impuesto Sobre la Renta (ISR) entre grandes contribuyentes de solo 1.3%. El diputado Ramírez Cuellar va más lejos y habla de hasta 4% del PIB más de recaudación extra.
Eso podría indicar que la llamada cuarta transformación está por tomar otra decisión equivocada. AMLO sabe que hablar de reforma fiscal cuesta en simpatías; Alejandro Moreno ha documentado este efecto sobre la popularidad presidencial en México. Ante este dilema, no sería la primera vez que el presidente evite decisiones difíciles optando por números alegres. Una tasa efectiva de 1.3% del ISR corporativo sugiere que hay mucha tela de dónde cortar.
El detalle, diría Cantinflas, es que está calculada usando el ingreso bruto de las empresas en el denominador, no su utilidad. Piense en el sistema ISR como un rayador de queso. La cifra engañosa de 1.3% supone que todo lo que hace falta es aplicar más presión a la hora de rayar. Ya se imaginará el lector las consecuencias.
La discusión debe ir por otro lado. Hay fuentes de ingreso que no hemos explorado o que están subutilizadas, como el predial. Ayudan, pero no bastan. Si el propósito es aumentar la recaudación, impuestos indirectos como el IVA son muy efectivos, pero la crítica sobre su regresividad es válida. Ajustarlos para moderar esos impactos (exenciones, tasa cero) no eliminan su mala imagen y sí disminuyen su efectividad.
La otra opción es reconsiderar el impuesto sobre la renta. Mas factible políticamente hablando, está lleno de agujeros que efectivamente acotan su base – en esto tirios y troyanos están de acuerdo. En nuestro símil, el problema es lo disparejo del rayador.