Esto ha significado que los ingresos de México no dependan de los vaivenes de los precios del petróleo, pero que la economía del país sea sumamente sensible al ciclo económico estadounidense, debido a que más del 70% de lo producido es para este mercado.
Entonces, si el país produce bienes de mayor valor agregado y cuenta con una industria manufacturera de exportación importante ¿por qué este modelo no ha servido para detonar todo el potencial económico de México?
La incorporación de México a la economía abierta generó una serie de incentivos de localización territorial que privilegió el desarrollo económico de ciertas regiones (norte y bajío), los cuales no fueron corregidos por políticas públicas de índole nacional.
Si se revisa a los principales estados exportadores, que suman 77% del total, se podrá observar a los ganadores de este modelo: Chihuahua, Coahuila, Baja California, Nuevo León, Tamaulipas, Guanajuato, Jalisco, Estado de México, Sonora y Puebla, estados en los que se han establecido concentraciones de empresas internacionales pertenecientes a la industria automotriz, de componentes electrónicos, aeroespacial y de componentes e insumos médicos. Estos son los territorios que han podido ofrecer mejores oportunidades de vida a las personas que se han integrado a estas líneas de producción.
Pese a que los estados de la frontera y del Bajío han aumentado su capacidad productiva, a pesar de la especialización manufacturera del país, las oportunidades que ha brindado tener un tratado de libre comercio con la potencia económica del mundo y todas las ventajas con las que cuenta México, la aportación de los estados al PIB nacional sigue siendo muy parecida a la de hace 30 años
Esto se traduce en que las oportunidades productivas no se han expandido en todas las regiones que integran a México, sino que se han concentrado en los estados que ya contaban con una estructura productiva viable, capital humano y experiencia con la atracción de inversión extranjera directa.