¿Por qué considero que es crucial hablar de las pérdidas y del duelo en un contexto empresarial y de liderazgo? Bueno, las pérdidas son inevitables y tan naturales como la vida misma y nos llegarán, estemos preparados o no; la pandemia se ha convertido en el primer evento colectivo que nos ha enfrentado de golpe a ellas y que ha tocado todos los aspectos de nuestra vida.
Durante los últimos meses hemos perdido certidumbre, rutinas, seguridad económica y personal, oportunidades de socialización y en los casos más fuertes incluso el trabajo o seres queridos. Es decir, la mayoría de nosotros en algún momento reciente nos hemos enfrentamos a uno o varios duelos.
Puede sonar evidente, pero estoy convencido de que un contexto tan complejo como el actual ha impactado directamente no solo en nuestra productividad y motivación laboral sino en nuestro desarrollo personal y que, en consecuencia, como líderes, es crucial tomar en cuenta no sólo las perdidas y duelos que estamos viviendo como individuos sino aquellas que nuestros equipos están enfrentando, estén o no relacionadas con el trabajo.
Todos los manuales de liderazgo destacan habilidad prioritaria, saber enfrentar el cambio; “adaptarse o morir” suele decirse. No obstante, nunca tomamos en cuenta que cada cambio es en realidad una pérdida respecto al escenario anterior y que conlleva el mismo proceso de duelo.
¿Cambios recientes?, para muestra basta un botón, como individuos o empresas nos hemos enfrentado a nuevos modelos de negocios (Brick and Mortar vs Digital), nuevas formas de aprender (libros vs audiolibros) nuevos hábitos al consumir entretenimiento (salas de cine vs streaming) o nuevas maneras de informarnos (radio vs podcasts).
Muchas veces como líderes no tomamos en cuenta que nuestro inconsciente suele tener dificultades procesando estas pérdidas (cambios), que suele definirlas casi siempre como algo que ocurre a “otros” y que, encima, vivimos en una sociedad que refuerza el minimizar o esconder el proceso de duelo, considerando débil a quien no se adapte o a quien demuestre que está pasando por uno; “échale ganas” o “todo pasa por algo” son frases comunes que aunque bien intencionadas, son huecas y hasta contraproducentes en la persona que las recibe.