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El mundo (no) apesta

El lado complejo del pensamiento pesimista es cuando te lleva a la inacción, considera Jonathán Torres.
mar 13 julio 2021 12:05 AM
pesimismo y optimismo
El pesimismo no es negativo sino el mecanismo con el que interactuamos con él, opina Jonathán Torres.

(Expansión) - Vivimos momentos que nos hacen sacar lo terriblemente pesimistas. El mundo apesta, no hay manera de salir del atolladero en el que estamos. Aunque, también, la naturaleza humana es así; al escuchar una idea, el cerebro está hecho para ver los riesgos y pensar en todas las razones por las cuales dicha idea no va a funcionar. Pero hay maneras de observar el lado amable del pesimismo y sacarle provecho.

Partamos de las conceptualizaciones que hay sobre la materia. El pesimismo es una orientación a explicar la realidad con el resultado más negativo posible. Martin Seligman, gurú de la psicología positiva, sostiene que el pesimismo es un estilo en el que precisamente el individuo siente que no tiene control sobre lo que sucede a su alrededor y, ante su dificultad para cambiar esa realidad, ofrece una expectativa de resultados negativos. ¿Quién se siente identificado?

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La cultura popular dice que un pesimista es un optimista bien informado. En el círculo rojo está mal visto ser optimista y quien lo es resulta ser descrito como superficial, mal informado, ignorante. Así, se piensa que como la gente inteligente no es superficial, entonces, tiene que ser pesimista. Por otro lado, hay quienes sostienen que el pesimismo está sobrevalorado, que el universo no se equivoca, que la preocupación es una blasfemia y que lo que tiene que pasar tiene que pasar.

Bien, pues el pesimismo -considerado como el elemento perfecto para descomponer todo- tiene su lado útil, su enfoque positivo, su aportación para cambiar las malas perspectivas que hoy gobiernan.

El pesimismo, como la alegría, siempre nos acompaña; es como la luz y la sombra, la pérdida y el encuentro, la vida y la muerte. Dicho esto, no es malo entrar en valles de oscuridad y reconocerlo. Lo importante es mantener el enfoque en el contexto adecuado para después alquimizarlo en algo positivo.

Es el pesimismo defensivo. Se trata de una manera en la que podemos prepararnos para los resultados no deseados. Por ejemplo, vas a una entrevista de trabajo y no sabes si te van a contratar o no. El pensamiento optimista estaría viendo todas las señales por las cuales crees que sí te van a contratar y el pensamiento pesimista vería todo lo contrario. El lado optimista del pensamiento pesimista podría llevarte a un plan de acción donde seguirías en entrevistas, en contraste con el optimista que te animaría a no hacer nada más, pues estás seguro de que obtendrás el trabajo.

El pesimismo, por tanto, no es negativo sino el mecanismo con el que interactuamos con él.

Sí, el pesimismo como una forma de vida es malo y cuando entra en una espiral continua puede detonar depresión clínica. El lado complejo del pensamiento pesimista es cuando te lleva a la inacción. (Cuidado con lo que pides porque en eso te puedes convertir) Venga un punto medio. La recomendación es entrenar el pensamiento para hacerse preguntas y definir el grado de actitud que se requiere para mantener una visión crítica, sin pensar que el mundo se nos va a venir encima.

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Hay que preguntarnos, no asumir que el pensamiento que estemos teniendo, sea cual sea, es correcto. La validación con información de calidad es fundamental. La pandemia y la política han desatado el pesimismo. El debate es para enriquecernos, pero todo fenómeno tiene su lado B y es así que no debemos caer en el pesimismo ni en el optimismo insanos. Reconocer que los asuntos pueden tener diferentes rutas de salida nos permitiría actuar por decisión, no por impulsos.

Miremos (y expresemos) nuestro pesimismo de manera constructiva. Cuando las aguas internas están tan agitadas, no vemos las cosas como son sino como estamos. De ahí vienen las distorsiones de la realidad. El pensamiento que debe dominar podría ser: no se trata de mí, sino de dejar la vida mejor de cómo la encontré.

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“El lado útil del pensamiento pesimista nos debe llevar a una acción. Además, debemos cultivar los pensamientos positivos. No se trata de contrarrestar la evaluación de riesgos, sino el pensamiento que no nos lleva a actuar porque pensamos que todo siempre sale mal”, explica Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto de Ciencias del Bienestar y la Felicidad de la Universidad Tecmilenio.

“El pesimismo debe considerarse como un termómetro consciente que nos permita darle vuelta al timón cuando pensemos que no vamos al lugar correcto”, complementa Gabriela Solórzano, socia fundadora de LAP Group y consultora en Desarrollo Organizacional.

“Los momentos de oscuridad nos permiten abrir la ventana para dar paso a grandes cosas”, concluye Claudia Calvin, coach y fundadora de Mujeres Construyendo.

Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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