“Muchos de sus crímenes prescribieron, entonces Collor más bien ejemplifica lo contrario, la impunidad”, dice Matias López, Investigador de COAS de la Universidad Diego Portales. “Era la manera en que Brasil funcionaba en los años 80 y 90, en que las personas, los políticos muy poderosos conseguían arrastrar esos procesos por tanto tiempo que al final los delitos prescribían”.
El caso de Temer, el vicepresidente que sustituyó a Rousseff después de su destitución, es parecido, pues también arrastraba acusaciones de corrupción desde la década de 1990, pero en algún momento se mostró en contra de los jueces de Lava Jato que lo procesaron.
Después de dejar el poder, fue encarcelado dos veces en 2019 por obstrucción a la justicia, pero resultó liberado en ambas ocasiones a los pocos días.
En cambio, Lula, que enfrentaba acusaciones de corrupción mucho menores a las de Collor y Temer. De acuerdo con conversaciones de los jueces Lava Jato filtradas a The Intercept Brasil, varios de los magistrados tenían la intención de quitar a Lula del camino, pues muchos de ellos tenían ambiciones políticas.
Después de que se descubrieran estas irregularidades, los casos contra Lula fueron desechados.
El caso Bolsonaro: una excepción ejemplar
El caso de Bolsonaro se distingue al de los demás presidentes brasileños que terminaron en procesos judiciales o políticos en los últimos 20 años. Aunque el excapitán del ejército también enfrentó escándalos de corrupción, como la malversación de joyas dadas por el gobierno de Arabia Saudita, sus acusaciones se vinculan a un intento de golpe de Estado contra su sucesor, Lula da Silva, que culminó en un ataque a la sede de los tres poderes, en Brasilia.
Si no fuera por esto, “Bolsonaro estaría bastante cómodo, pese a la cantidad de crímenes que se le adjudican”, dice López.
Después de la toma del 8 de enero de 2023, en la que seguidores de Bolsonaro irrumpieron en las sedes de los poderes judicial, ejecutivo y legislativo, hizo que la élite tomara acción para que un suceso de este tipo no se repita.
“Hubo una parte importante de la élite del judiciario brasileño que se autoimpuso la misión de resguardar las instituciones brasileñas y de hacer del caso de Bolsonaro un caso ejemplar para que otra gente no intente hacer golpes de Estado en el futuro. Entonces su proceso está siendo bastante rápido”, explicó López.
Se espera que la Corte Suprema de Brasil, enemistada con Bolsonaro desde su presidencia, dé su veredicto sobre Bolsonaro en septiembre.