A más de un año de las primeras acciones, con una pandemia aún sin superar, pero con la economía global encaminada a la recuperación, los ojos del mundo vuelven a los bancos centrales, pero ahora buscando garantías contra un riesgo que hasta hace poco pasaba desapercibido y que de una u otra forma es consecuencia de las primeras medidas: la inflación.
Es cierto que, ante la preocupación por los recientes riesgos inflacionarios, diferentes funcionarios de los principales bancos centrales, los han desestimado al considerarlos temporales, y de hecho los pronósticos de la variable en la mayoría de las economías desarrolladas y emergentes apuntan a que se normalizaría durante el próximo año, no obstante, las autoridades monetarias le darán especial seguimiento al desarrollo de la inflación.
En este contexto surge una discusión interesante sobre las herramientas de las que disponen los banqueros centrales para combatir la inflación.
Con muchos matices, circunstancias específicas, y con un respaldo técnico detrás, la política monetaria básicamente funciona así: cuando la economía está por debajo del pleno empleo, se opta por bajar las tasas de interés, haciendo más accesible el financiamiento y el crédito, logrando así un estímulo.
Por otro lado, mientras la economía ya se encuentra en pleno empleo o cercana a ese nivel, si el estímulo continúa, se corre el riesgo de sobrecalentarla, pues la gente con más dinero demanda más, y como consecuencia los precios se ven presionados y se deben subir las tasas de interés. Insisto: lo anterior, es una simplificación del funcionamiento de la política monetaria y de la economía.
El criterio que siguen los banqueros centrales para subir o bajar la tasa de interés se conoce como regla de política monetaria, la cual no es más que un cálculo matemático que busca hallar la tasa de interés óptima para cada economía y en cada momento.
La regla de política sugiere cuál debería ser el sentido de los cambios en el referencial (o en todo caso, mantenerla sin cambios), aunque por sí misma es insuficiente para tomar una decisión monetaria, pues no aporta información sobre la magnitud de los movimientos.
Además, su estimación es rígida y puntual, contrario al comportamiento real de las variables económicas que siempre tienen cierto grado de cambio e incluso, muchas de ellas son prácticamente inestimables, lo que aumenta significativamente la probabilidad de incumplir la regla de política.