Justamente esa necesidad de transformación tan acelerada de los últimos tiempos impone mayores exigencias a nuestra capacidad para pensar de forma creativa, actuar con agilidad y responder rápidamente a los cambios y a las crisis.
En el caso de las organizaciones, las empresas que sobresalieron durante esta crisis fueron aquellas que entendieron dos cosas:
a) La preparación para desviaciones bruscas e inesperadas del camino habitual es clave para la supervivencia.
b) Las empresas que desean retener una fuerza laboral motivada deben asegurarse de que el trabajo sea significativo.
No podemos perder de vista que la transformación siempre es a nivel personal. El cambio organizacional se produce de uno en uno. En una organización, un cambio de comportamiento o un cambio de perspectiva por parte de un individuo es la base medular para lograr la transformación a grande escala.
La transformación individual es tan importante como cualquier transformación organizacional, ya que sin ese componente las posibilidades de que una organización continúe evolucionando para responder a nuevos cambios son casi inexistentes.
Sin embargo, a nivel organizacional, casi siempre encontramos grados muy bajos o inexistentes de participación de los empleados. Los programas de transformación se ven bien en las presentaciones, pero fallan cuando se enfrentan al primer obstáculo de la realidad: convencer y motivar a las personas para que actúen. Ahí aplica mucho una frase que utilizo seguido que es: “cuando la realidad entra por la puerta, el plan se lanza por la ventana”.
Por lo tanto, el foco debe estar en lograr un compromiso. Los números lo justifican; una investigación de Gallup concluyó: “en todo el mundo, el porcentaje de adultos que trabajan a tiempo completo para un empleador y están comprometidos con el trabajo (están muy involucrados y entusiasmados con su trabajo y lugar de trabajo) es de solo 15 por ciento”. Ese bajo porcentaje de empleados comprometidos es una barrera para crear culturas de alto rendimiento. Con una participación y compromiso tan bajos, las organizaciones no pueden impulsar programas de transformación que a su vez tengan poca colaboración o consulta con los empleados.
Es fácil decir qué tan importante son las personas, pero a menudo es difícil traducir el reconocimiento en la implementación. Hay habilidades sutiles que necesitan un desarrollo cuidadoso, individual y organizacionalmente. Contratar y retener talentos de primer nivel facilita un viaje más sencillo hacia la transformación. Pero, no debemos equivocarnos, asegurarse de tener a las personas adecuadas en los lugares correctos con las habilidades necesarias es un gran desafío.
Es difícil que las personas tengan todas las habilidades y conocimientos desde el primer día. Además, con el nivel de transformación que actualmente vivimos, esas habilidades estarán desactualizadas antes de que lo notemos. Esto resalta la importancia de mejorar los programas de desarrollo y de aprendizaje interno, sin dejar de invertir en los esfuerzos de contratación.