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Repensar la inclusión financiera: no todos los caminos llevan a Roma

Muchos de los fracasos en los programas sociales del gobierno se deben a que no contemplan eso que quizá por ser elemental se olvida: cómo tomamos decisiones y actuamos, señala Rodrigo Villar.
vie 03 septiembre 2021 12:09 AM

(Expansión) - Uno de los argumentos más lúcidos del análisis sobre la lucha contra la pobreza de Esther Duflo y Abhijit Banerjee, ganadores del Premio Nobel de Economía 2019, es que los pobres son afectados desproporcionadamente por comportamientos que nos son comunes a todos porque carecen de una red de protecciones, estímulos y coacciones con la que los demás contamos por sistema para guardarnos y aun blindarnos de errores y omisiones, o al menos para limitar los costos.

Como la tendencia a procrastinar con patrones que incrementan la probabilidad de enfrentar problemas muy graves, pero de largo plazo, a cambio de evitar otros pequeños, pero que ya tenemos encima o de gratificaciones efímeras pero concretas e inmediatas.

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Como lo exponen en su libro Repensar la pobreza, los que no somos pobres tal vez estemos mejor informados sobre algunos aspectos de prevención de enfermedades o salud financiera, pero la diferencia es mínima: sabemos mucho menos de lo que nos imaginamos. Más bien contamos con una serie de “pequeños empujones invisibles”, una especie de red paternalista de facto que además de bienestar implica liberación de espacio mental.

No tenemos que preocuparnos de clorar el agua diariamente: llega limpia con solo abrir la llave. Un empleo formal incluye un plan de ahorro no opcional para la vejez, quizá insuficiente, pero, de no contar con él, ¿cuántos tendrían la disciplina de guardar algo cada quincena en un horizonte de 40 años? Más aún, no necesitamos preocuparnos por asegurar la próxima comida, así que eventualmente podemos considerar seguros o planes de largo plazo.

Muchos de los fracasos en los programas sociales del gobierno, lo mismo que de productos y servicios dirigidos a sectores marginados, se deben a que no contemplan eso que quizá por ser elemental se olvida: cómo tomamos decisiones y actuamos, máxime cuando no se cuenta con esa base mínima de protección y facilidades que ahorra tiempo y problemas.

En la aceleración de negocios disruptivos y de impacto socioambiental recurrentemente nos enfrentamos con estos dilemas. Por eso ha sido toda una revelación conocer de cerca cómo se están incorporando las ciencias del comportamiento en un área como la inclusión financiera.

Es crucial tomarlo en cuenta ahora que ésta surge como una oportunidad extraordinaria en el combate a la pobreza, gracias la capacidad disruptiva de las fintech y, en general, al apalancamiento de la revolución digital. De hecho, si no lo hacemos, esta promesa, si la entendemos no como un fin, sino como parte de algo más trascendente, que es la salud financiera esencial para el bienestar y la movilidad social, podría quedar como cartucho quemado o peor.

En un esfuerzo para que emprendedores sociales incorporen las ciencias conductuales en sus estrategias, hemos asimilado cómo es posible que un país como Kenia haya tenido un éxito espectacular en inclusión, gracias a la penetración de servicios móviles, pero no una mejoría en el bienestar financiero. Al corte, ha sido lo contrario.

El porcentaje de kenianos considerado financieramente saludable bajó de 39 a 22% entre 2016 a 2018, a pesar de un acceso a productos y servicios financieros por arriba del 80%, el doble que México. ¿Qué pasó? Ahora dos de cada tres usuarios de crédito sufren de estrés por endeudamiento y un tercio incumple con los pagos. Aunque deban poco, proporcionalmente es mucho.

En todos los niveles de ingresos se habla de un empeoramiento de la situación financiera, pero más entre los pobres. Nosotros nos hemos topado con efectos colaterales similares a lo largo de 15 años de conocer y dar seguimiento a emprendimientos orientados a aumentar y regularizar los ingresos de personas y comunidades en América Latina.

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Inclusión económica como antídoto a la crisis. | #CómoReactivarMéxico

Más impresionante aún es que no hay tanta diferencia respecto a un país como Estados Unidos, con inclusión financiera arriba del 90%: el 36% de los hogares se queda sin dinero antes de fin de mes y sólo 33% es financieramente saludable, tomando en cuenta tener ahorros para mantener los gastos indispensables por seis meses.

De ahí la pertinencia de una iniciativa para la salud financiera de los estadounidenses de menores ingresos como el Common Cents Lab, impulsada por las ideas del profesor de economía conductual Dan Ariely, autor del influyente libro sobre lo “predeciblemente irracional” en nuestras decisiones y comportamientos.

No por nada el concepto de salud financiera viene tomando fuerza desde hace unos cinco años. Porque no puede ser una etapa posterior a la inclusión, sino una reformulación hacia lo que queremos llegar con ella, como lo ha demostrado con evidencia la gente de Finnsalud, programa de tres años y medio que trabaja en estándares, herramientas de medición y estrategias accionables al respecto para la población mexicana.

La cuestión es no olvidar el para qué: lo que pueden hacer las cuentas de cheques, el ahorro, el crédito, los medios de pago versátiles o los seguros en relación con nuestros problemas y oportunidades, considerando el contexto y tanto las grandezas como las limitaciones de la naturaleza humana. En particular para quienes están atrapados en círculos de pobreza y exclusión.

Es el nexo para alinear la rentabilidad de bancos, fintech, cooperativas populares o inclusive programas gubernamentales con el bienestar y la seguridad de más personas. Parafraseando a Banerjee y Duflo, repensando la inclusión financiera.

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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