Así, a nombre de los tecnócratas señor presidente, gracias por ponernos de moda al lanzar a la fama un tema tan árido como el de una eventual operación de administración de pasivos.
Que no lo engañen, a eso se reduce todo. Son cosas que México ha hecho antes, que Colombia acaba de hacer. ¿Por qué tanto ruido? Creo que tiene que ver con que el presidente le va medio entendiendo al tema y en la medida en que lo hace, se va de boca – eso sí, inédito en este tipo de operaciones.
Vamos por partes. Primero, el Fondo Monetario Internacional (FMI) no crea dinero. Los DEG son eso, mi derecho a “girar” contra otro país miembro a cambio de moneda dura. Pero también involucran la obligación teórica de efectuar la misma operación en sentido contrario. El derecho se lo puedo transferir a alguien más, la obligación no.
Dado que los DEG causan interés, si mis obligaciones son mayores que mis derechos pago intereses y en caso contrario, los recibo. Obviamente si derechos y obligaciones se empatan, los DEG no me cuestan.
Eso los hace un activo de reserva ideal y nos lleva a un tema asociado. Antes de la asignación de los DEG, las reservas internacionales andaban por los 200,000 millones de dólares. ¿Es mucho? La respuesta estrictamente tecnocrática es sí; con tipo de cambio flotante, no necesitas intervenir en el mercado cambiario.
En los hechos y sobre todo a partir de la crisis financiera global, sabemos que tener un guardadito no está de más. Pero hay un costo de oportunidad: son recursos invertidos en dólares a una tasa menor que la que el país paga sobre su deuda.
A raíz de la asignación de los DEG, las reservas suben a 211,000 millones de dólares. Si las regresamos a los 200,000 vendiendo dólares y manteniendo los DEG en reservas, el costo de oportunidad se reduce. Esto hace sentido. Ahora, la única manera de regresarlas a los 200,000 es que el gobierno compre esos dólares.
No hay de otra; por ley, Banxico no le puede prestar al gobierno. Le quedan tres opciones: generar un ahorro, pedirle prestado a los mexicanos o pedirle prestado al resto del mundo. Esto último no hace sentido, pues sería endeudarse en dólares para comprar dólares. La generación de un superávit fiscal también se antoja difícil.