Perder la cabeza es mal visto. Pocas personas hablan abiertamente de su visita al psiquiatra, las enfermedades mentales son consideradas como un síntoma de debilidad. Pero todos podemos encontrarnos con algún desequilibrio mental.
Las enfermedades de salud mental constituyen una epidemia silenciosa que ha afectado al mundo mucho antes del COVID-19. Hay tres datos muy crudos: según la OMS, una de cada cuatro personas sufrirá algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida; una persona se suicida en el mundo cada 40 segundos, aproximadamente; mientras que las personas con trastornos mentales graves mueren de 10 a 20 años antes que la población general.
Dicho esto, la crisis de salud mental ya estaba entre nosotros pero, ahora, está tomando una escala nunca antes vista pues se ha incrementado el número de personas con nuevas condiciones de salud mental o que experimentan un empeoramiento de condiciones pre-existentes.
La economía tampoco puede operar adecuadamente con la paranoia que gravita en la atmósfera. Si analizáramos cómo se tuerce la economía con determinadas condiciones psiquiátricas, cuántas horas de trabajo se pierden, el impacto que la depresión tiene en las familias, estaríamos convencidos de que abordar la salud mental de un modo más serio es una buena inversión. Desafortunadamente no es así.
De acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria, uno de cada tres mexicanos presentará algún desorden psiquiátrico en su vida. Los países de ingreso medio-alto, como México, destinan en promedio 2.4% de su gasto público en salud a la salud mental. En pocas palabras estamos fritos.
A partir de esta semana, más de la mitad del país estará en semáforo epidemiológico verde y así el regreso a las oficinas ya está aquí, lo que significará para algunas personas su reincorporación a determinadas actividades, pero para otras será un pivote para detonar sus ataques de pánico, paranoia, trastornos mentales. ¿Cuántos empleados derraman felicidad por el regreso a su trabajo?
En 2019, Mercer Marsh Beneficios levantó una encuesta regional de tendencias de salud mental en América Latina y El Caribe, en la que participaron más de 800 empresas de 11 países, que daban cuenta que la salud mental de los empleados no era una prioridad para las empresas; 79% no contaba con ningún estudio para medir y evaluar el bienestar emocional de sus colaboradores, 71% tampoco habría desarrollado ningún programa de apoyo emocional.