La ventana de acción para transformar las relaciones económicas y sociales prepandemia que nos dimos cuenta de que no funcionaban se está cerrando y los datos nos muestran que vamos de regreso a la configuración de antes. La pobreza laboral al 3T2021 se ubica en 40.7% de la población, quienes no pueden adquirir la canasta básica con los ingresos laborales de su hogar.
Por otro lado, las cifras de los puestos registrados en el IMSS regresan a niveles prepandemia. Es cierto que el primer paso es recuperar lo perdido y este punto únicamente debe ser una luz en el camino de la recuperación pero no su fin.
Durante los meses de mayor confinamiento documentamos, analizamos y discutimos que la forma en que funcionaba la vida en México antes de 2020 no era ni sustentable, ni equitativa, ni justa. La pandemia hizo más evidente que los cuidados recaen en las mujeres y que las brechas de sexo no son menores; la participación laboral de las mujeres es de 44.2% al 3T2021 frente al 76.3% de los hombres.
La literatura sobre desigualdad y propuestas para disminuirla son numerosas en el periodo de confinamiento, lo que hace que estos datos de pobreza e informalidad vislumbren un futuro sin bienestar social incluyente en México.
El bienestar social es un concepto abstracto y muchas veces lo confundimos con crecimiento económico. Este tiene como condición necesaria que debemos de procurar que la economía crezca, ‘hacer más grande el pastel’, pero esto no es suficiente. También debemos repartirlo de tal forma que las y los habitantes cubran sus necesidades básicas, educación e información, así como que tengan acceso a habilitadores de progreso social .
Por esto, no podemos esperar que mejore el bienestar social de las personas, si no cambiamos estructuras que impiden que estas tengan mejores condiciones de vida y un primer paso es cambiar la estructura del mercado laboral.
Un trabajo formal detona oportunidades. Por un lado, proporciona a las trabajadoras prestaciones sociales, como el acceso a servicios de salud y en caso de existir las hace elegibles a seguros de desempleo en contingencias como la pandemia.
Adicionalmente, los ingresos promedio del empleo formal son casi dos veces mayores a los percibidos en el empleo informal, además de hacerles elegibles a créditos. Por otro lado, el vínculo contractual da certidumbre sobre las condiciones de empleo a los trabajadores, permitiéndoles planear su futuro.