Por un lado, colaboradores que se resisten al regreso a las oficinas (así sea de forma alternada), entre otras cosas porque ya se adaptaron a una nueva realidad en la que, aunque trabajan más y por más tiempo, supervisan a los hijos en sus clases, conviven más con la familia, ahorran en transportes y gasolina, y no se exponen a la creciente inseguridad en las calles, entre otras “ventajas”. Por otro lado, habrá muchos que se resistan a regresar por no sentir la presión de la presencia física del jefe y seguramente habrá muchos que tengan temor de contagiarse o sentirse invadidos por la tristeza de no ver a compañeros fallecidos.
Por otra parte, también hay quienes ya ansían la convivencia física con sus compañeros, no pudieron adaptarse al trabajo en casa, o quizá no han sabido manejar el confinamiento y ansían salir de casa durante largas horas.
A su vez las empresas están decidiendo sobre la mejor y más segura forma de organizar el regreso de grupos de trabajadores a las oficinas, para lo cual ya están reacondicionando los espacios para asegurar una distancia sana, delimitando las áreas de convivencia, redactando protocolos para el bienestar y seguridad de todos los asistentes y, seguramente, piensan realizar una reinducción a la empresa considerando la nueva situación de trabajo presencial, las medidas de seguridad sanitaria que se están tomando, y las normas que regirán el trabajo en adelante.
Vale la pena considerar que la pandemia ha afectado prácticamente todo tipo de interacción humana, por lo que las decisiones respecto al regreso a las oficinas no deben centrarse únicamente en una o dos variables, acorde a los criterios de los directivos, a riesgo de tomar decesiones que, en lugar de ayudar, detonen una crisis que trascienda y afecte la salud de los trabajadores y la imagen de la empresa.
Me parece que antes de tomar decisiones que pudieran resultar contraproducentes, especialmente ante la incertidumbre de nuevas cepas del COVID-19, sería conveniente que las empresas realicen sondeos entre sus empleados a fin de captar de mejor manera sus inquietudes sobre el regreso a las oficinas, comprender mejor sus motivaciones para regresar o no al lugar físico, y conocer sus ideas y pensamientos. ¿Cómo se sienten al regresar? ¿Se sienten productivos o están nerviosos por la posibilidad de contagio? ¿Tienen temor?
Eso implica un proceso de comunicación similar al que se sigue cuando una empresa enfrenta una crisis. Esto quiere decir que previo a la decisión será necesario identificar situaciones que de manera imprevista pudieran impactar en la salud de uno o varios trabajadores. Para ello será necesario involucrar a distintas áreas de la organización para definir escenarios que pudieran presentarse y, en dado caso, plantear las posibles soluciones y líneas de acción ante cada escenario.
La planeación de escenarios es una metodología prospectiva en la que se ponen en blanco y negro situaciones que tienen una cierta probabilidad de ocurrencia. Se trata de contemplar las distintas posibilidades que se tienen de controlar con efectividad aquello cuya ocurrencia se quiere evitar; es poner en blanco y negro situaciones que todavía no han sucedido pero que tienen una cierta probabilidad de ocurrir, especialmente ante un virus que aún no ha podido ser controlado.