Desde Palacio Nacional, teniendo a su disposición a los mejores médicos y el acceso a las mejores medicinas, el presidente nos demostró que aunque en el discurso él se encuentra cerca de su pueblo bueno, en los hechos es todo lo contrario.
Esto se demuestra con las siguientes cifras, puesto que durante 20 meses de la contingencia sanitaria han muerto 650,000 personas en el país, siendo un número por arriba del promedio, dado que en las tasas de muerte por cada 100,000 habitantes solo nos superan Perú y Bulgaria. Así que estamos hablando que, de manera directa o indirecta, al menos 650,000 familias mexicanas han perdido a un ser querido a causa del COVID-19.
Son millones de personas las que han sufrido los síntomas, la angustia y la ansiedad que genera el estar contagiado o tener a algún familiar en riesgo por el virus y también los gastos que eso implica. Y no podemos dejar fuera a los millones que han tenido que cerrar su negocio, han perdido su empleo o su forma de ingreso diario debido a la emergencia sanitaria. Sin embargo, cuando hablamos de lo que hemos sufrido las y los mexicanos a causa de esta enfermedad, sin duda la pérdida de vidas es el primer referente, pero no el único.
Según datos del Coneval, en el 2020, en comparación con el 2018, hubo un incremento de 3.8 millones de personas en situación de pobreza; en el 2018 habían 51.9 millones de personas en pobreza, el equivalente a 41.9% de la población total, y en el 2020 la cifra había ascendido a 55.7 millones, el equivalente al 43.9%. Esto para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) refiere a que la pobreza en México aumentó 9.1 puntos en 2020 y pasó de 41.5% a 50.6% de la población.
Por tanto, que el presidente como representante de la máxima autoridad del país minimice la pandemia, y con ella los contagios y las consecuencias de los mismos, es cínicamente un acto de total irresponsabilidad y sin duda una falta de empatía brutal.
Pero en este punto hay una cuestión, si usualmente para las y los gobernados el presidente es una figura de autoridad a la cual se le toma como referencia, me pregunto ¿cómo es que se sentirán todos aquellos que tienen familiares hospitalizados o que ya perdieron uno a causa de esta enfermedad y ven al máximo líder bromear sobre que la variante Ómicron es “una gripita”?, ¿qué pensarán al verlo mandar el mensaje de que el cubrebocas no es importante? Y que inclusive, aún sabiendo que está contagiado, el presidente de México está sin cubrebocas reunido en un espacio cerrado.
Entonces, ¿qué sentirán todas las personas que laboran en los diferentes niveles de salud, que después de 22 meses de pandemia están agotados física, psicológica y emocionalmente? Ellas y ellos, quienes viven cara a cara una cuarta ola con el peor nivel de contagios, ¿qué pensarán de escuchar a su propio presidente menospreciar las medidas sanitarias, el aislamiento social y seguir ignorando las normas para evitar contagios?