Pues bien, tanto en los negocios como en el mundo profesional, esta cualidad de la generación contemporánea ha supuesto una afrenta para la nueva camada de emprendedoras y emprendedores. La expectativa por obtener resultados inmediatos ha traído consigo una enorme frustración entre empresarios emergentes que, ante el primer fracaso, abandonan toda causa legítima.
Quizá esto pueda parecer increíble para los viejos emprendedores que conocen bien el largo y sinuoso camino que significa impulsar un negocio de valor. Los empresarios de experiencia saben bien que construir una corporación sólida y resistente toma tiempo y esfuerzo.
No obstante, la mayoría de la gente joven tiene una limitada tolerancia ante la frustración. No vislumbran que la ruta hacia el ascenso rara vez es lineal y, casi siempre está repleta de subidas y bajadas. La perseverancia es la clave del éxito; quien se desespera ante una serie de caídas no tiene madera de emprendedor.
El mismo Thomas Alva Edison, a pesar de su genio fuera de serie, fracasó cientos de veces antes de alcanzar el éxito. Ejemplos como el suyo hay miles, los milagros casi nunca se suscitan; trabajar duro y sin descanso es la verdadera fórmula para lograr nuestras metas. La suerte es una aliada, pero, cuando hay iniciativa, se halla mucho más fácilmente.
Ya lo decía el gran pintor español Pablo Picasso: “la inspiración existe, pero nos tiene que encontrar trabajando”. En este orden de ideas, es fundamental prepararse para los retos del futuro, aunque, para ello, es menester ubicar cuáles son los principales desafíos por enfrentar.
En primera instancia, la apatía amenaza con convertirse en un verdadero problema; la indiferencia, sin duda, es un mal que nos aqueja, y hace falta comprender que debemos involucrarnos en las propuestas y soluciones que impactan a nuestra comunidad.