Sigmund Freud fue quizás el primero en explicar de forma entendible cómo funciona el inconsciente (mal llamado subconsciente); la parte oculta de nuestra mente. Posteriormente Carl Jung, su amigo y colega, se distanció para explicar algo aún más interesante: el inconsciente colectivo. Ambos buscaban comprender mejor los fenómenos para finalmente mejorar la vida de sus pacientes.
La sorpresa es que este conocimiento ha sido utilizado de forma más eficiente por políticos y empresarios para otros fines menos nobles. El que empezó con esto de manera profesional fue Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud. Con su conocimiento ayudó a normalizar el consumo de tabaco entre mujeres, que los hombres usaran reloj de pulsera, que se desayunara tocino, que el gobierno de Guatemala fuera derrocado para que las empresas estadounidenses la explotaran, que los jóvenes estadounidenses odiaran a los alemanes para enlistarse en la Primera Guerra Mundial, que aburridos presidentes de Estados Unidos fueran más queridos, y muchas otras “maravillas”.
Extrañamente Bernays fue una inspiración para Goebbels, y con eso digo todo. “Nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos son formados, nuestras ideas son sugeridas, mayormente por hombres de los que nunca hemos oído hablar...”, decía Edward Bernays.
Pero ¿cómo lo hacía? Hoy tenemos la oportunidad de entenderlo, objetivamente, con dos experimentos naturales observables: Bad Bunny y Andrés Manuel López Obrador.
Freud le llamaría “represión”, Jung le llamaría “la sombra”.
Con Bad Bunny seamos Freud: el mismo “primer principio” que hizo de Elvis Presley un ícono, hace que Bad Bunny hoy sea tan popular; lo llamaba “Eros”, lo erótico. Claro que muchos chistarán por la comparación, pero no estamos hablando de talento vocal o belleza. Es el tabú como olla exprés y el artista como el tapón de liberación. Elvis, son su “pelvis”, Bad Bunny con sus letras explícitas. Es simple pero no sencillo; subyace un deseo reprimido que se vuelve permitido, por un instante, o por varios. Elvis era censurado de la cadera para abajo, yo aquí no podría escribir lo que dice en sus canciones Bad Bunny: eso que yo no puedo escribir, miles (demográficamente en su mayoría mujeres jóvenes) lo podrán gritar a pulmón, bailando, bebiendo y gastando; una auténtica Dionisiada griega.
Con Andrés Manuel López Obrador seamos Jung: el mismo “primer principio” que hizo a Adolf Hitler ser electo democráticamente gozando de gran popularidad; lo llamaba “la sombra”. Los símbolos salen del inconsciente colectivo en forma de arquetipos. “La sombra” es uno de ellos, y es aquello que aceptarlo nos podría dar vergüenza, impulsos que negamos como la envidia, los celos, el egoísmo, la pereza mental, y muchas cosas más como el resentimiento.
El pueblo alemán estaba resentido por las crueles imposiciones del Tratado de Versalles después de la Primera Guerra Mundial. El pueblo pensaba que la cúpula en el poder los traicionó al rendirse antes de tiempo y otros segmentos de la población históricamente solventes, no sufrían de hambre como ellos. Jung hablaba de Hitler como representante arquetípico de Odín, este Dios regresaría como persona a salvar al pueblo alemán.