(Expansión) - “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, relata el microcuento de Monterroso, atrapando en siete palabras nuestra imaginación. Y cómo no: las historias son mágicas. Siempre se ha sabido, pero hasta hace poco no las habíamos procurado como una estrategia en las organizaciones, creando ya incluso posiciones directivas de cuenta-historias o Chief Storyteller (como ha ocurrido en Microsoft, IBM o GE) o introduciendo esta función en los departamentos de Mercadotecnia y Recursos Humanos (RH).
Contar historias es poderoso: ahí están la mitología, los textos religiosos y las grandes crónicas como la Ilíada y la Odisea, el Poema de Gilgamesh o el Mahabharata. El cerebro humano se encuentra tan sesgado hacia los relatos que los niños aprenden a hablar por sí solos. Cuando escuchamos una historia, se activan hasta siete áreas del cerebro a la vez, incluyendo aquella que procesa imágenes, la cual funciona, a decir de una reciente investigación por la firma 3M, 60,000 veces más rápido que el área que procesa el lenguaje. En cambio, aprender a leer y escribir – funciones que en la historia de la humanidad surgieron mucho después- aún requiere años de práctica.