La ambición desproporcionada no nos acerca a la plenitud, sino que termina por alejarnos de ella; quien no se conforma con poco, no se conforma con nada. En cuanto a la influencia o el reconocimiento, cabría decir que es bueno ser importante, pero es más importante ser bueno. ¿Qué es la felicidad sino la satisfacción de haber marcado la vida de los que nos rodean para bien?
Los líderes positivos son exitosos en la medida en que contribuyen a crear soluciones y construir oportunidades. El liderazgo es como la belleza, fácil de reconocer, pero difícil de definir. Es exitoso quien asume responsabilidades, aprende de sus errores y está dispuesto a cooperar en favor de causas concretas. No se trata de llegar más alto que los demás; se trata de crear puentes de entendimiento y plataformas de trabajo común.
Si cada individuo busca el sentido de la vida y, en consecuencia, pretende descifrar el éxito, habría que hacer un esfuerzo por volver a poner el foco en el aspecto humano. Quizá hoy más que nunca nos urja llevar a cabo esta tarea.
El talento es estéril si no lo utilizamos para transformar el mundo; la riqueza es absurda cuando no se pone al servicio de propósitos mayores; el poder es mera vanidad, a menos que se aproveche para abonar al bien común. No caigamos en distracciones: el éxito consiste en compartir, dar y sumar.
Nota del editor: José Guillermo Fournier Ramos es docente en la Universidad Anáhuac Mayab. Vicepresidente de Masters A.C., asociación civil promotora de la comunicación efectiva y el liderazgo social. También es asesor en comunicación e imagen, analista y doctorando en Gobierno. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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