La evolución tecnológica en este sector está marcada por la recolección y análisis de datos, los sistemas eléctricos, la automatización de procesos y la Inteligencia Artificial, dando pie a una mayor interconectividad.
En mi perspectiva, el uso del Big Data en el transporte cuenta con tres tendencias muy claras. La primera es que, gracias a la visualización de datos, todos los parámetros de movilidad relevantes son más transparentes y deben tenerse en cuenta para el desarrollo de conceptos urbanos sostenibles.
La segunda es que ayuda a los responsables de las ciudades a probar y evaluar directamente la implementación de medidas regulatorias, desde la restricción de tránsito y estacionamiento hasta la introducción de zonas de bajas emisiones.
Por último, la combinación de datos históricos y métodos de inteligencia artificial ayuda a analizar áreas con exceso de oferta o mayor demanda y, por lo tanto, planear con anticipación.
Asimismo, la interdependencia entre la logística del mañana y un modelo sostenible puede ayudar en muchos temas, uno crucial es el medio ambiente. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente sostiene que, si 22 ciudades de América Latina reemplazaran su flota actual de autobuses y taxis por vehículos eléctricos, para 2030 se ahorrarían casi 64,000 millones de dólares en combustible y se reducirían 300 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono, según las estimaciones.
Es aquí donde podemos ver que las mejoras en el sector no solo son importantes para la rentabilidad, sino también para la calidad del aire y el futuro de las siguientes generaciones.
Sin embargo, sigue habiendo una brecha importante a la hora de reconocer la necesidad de implementar las innovaciones tecnológicas y contar con una estrategia de adopción. Durante la última década, diversas compañías han puesto a prueba los vehículos autónomos.
Solo unos cuantos países, como Estados Unidos o Singapur, ya cuentan con este tipo de vehículos en las vías públicas. En el caso de México hay variables a considerar para la puesta en marcha de los vehículos autónomos: legislación, tecnología e innovación, infraestructura y aceptación del consumidor.