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¿Qué valor le damos al trabajo de las personas?

Cualquier trabajador busca obtener un ingreso por su esfuerzo, pero, adicionalmente, pretende que su labor sea reconocida, considera Guillermo Fournier.
vie 05 agosto 2022 06:05 AM
enfermeros con dosis de vacuna anticovid
¿Apreciamos como sociedad el trabajo que desempeñan personas esforzadas como enfermeras, policías o bomberos? Hablamos de empleos en los que incluso se pone en riesgo la integridad y la vida en busca de un fin público mayor, apunta Guillermo Fournier.

(Expansión) - Pocos valores son tan preciados dentro de una sociedad como el valor del trabajo. Desde que la humanidad evolucionó para conformar civilizaciones con estructuras organizadas, la actividad laboral tomó un papel determinante en el desarrollo económico y social.

Si bien la ocupación laboral abonaba en la construcción de un mejor futuro para las comunidades a través de los siglos, al paso de la historia también se convirtió en un modo de separación de clases que, lejos de fomentar la justicia y la igualdad de oportunidades, fue resquebrajando el tejido social lentamente de la mano de la polarización.

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Al cabo del tiempo, y hasta nuestros días, los trabajos más demandantes en el aspecto físico son lo que, por lo general, reciben una remuneración más baja respecto de otros empleos.

Sin embargo, es indiscutible que actividades como la agricultura, la minería, o la pesca, son de gran relevancia para que las personas del mundo mantengamos satisfechas nuestras necesidades básicas. Sin ellas, simplemente, careceríamos de lo elemental para subsistir, que ya no para vivir con comodidad.

Quienes se dedican a las actividades agrícolas, mineras, pesqueras y de más con frecuencia reciben sueldos muy bajos que les impiden acceder a productos de consumo para sus familias, y a servicios como la educación de calidad y atención sanitaria. En cambio, es mucho lo que aportan a la economía y a la sociedad.

En realidad, los empleos ocupados por egresados de educación universitaria tienden a ser los mejor pagados en México, así como en Estados Unidos y múltiples otros países.

Empero, lo cierto es que el número de individuos que obtienen un título universitario es relativamente reducido (en México, aunque lo mismo ocurre en la mayoría de las naciones desarrolladas y emergentes), por lo que gran parte de la población difícilmente aspira a graduarse de una universidad pública o privada.

Por supuesto, es legítimo que cualquier joven anhele ser ingeniero, abogado o arquitecto con el propósito de generar ingresos suficientes para mejorar su calidad de vida. No obstante, aquella parte de la población a la que no le sea posible acceder a la educación superior, no debiera ser excluida del desarrollo, ni mucho menos considerársele menos valiosa para el bien común.

La gente trabajadora con capacidades técnicas (pero sin estudios universitarios) para la construcción, el mantenimiento y la industria forma parte de una cadena de valor que ha abierto la llave del crecimiento económico en las últimas décadas. Eso sí, los sueldos que perciben estos individuos han permanecido prácticamente estancados.

A su vez, los educadores son profesionistas que contribuyen enormemente a la sociedad. Si bien los ingresos de los maestros varían en función de diversos factores, podríamos coincidir en que, por lo general, no gozan de un salario a la altura de sus aportaciones al interés colectivo.

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Es importante subrayar que no se trata exclusivamente de la remuneración económica. Claramente, cualquier trabajador busca obtener un ingreso por su esfuerzo, pero, adicionalmente, pretende que su labor sea reconocida.

¿Apreciamos como sociedad el trabajo que desempeñan personas esforzadas como enfermeras, policías o bomberos? Hablamos de empleos en los que incluso se pone en riesgo la integridad y la vida en busca de un fin público mayor.

Valorar el trabajo es hacer visible la dignidad que existe en el afán por poner el talento y la productividad al servicio del bien común. Entonces, trabajar implica el sentirnos parte de una sociedad que valora nuestro esfuerzo y nos vuelve partícipes de su desarrollo y crecimiento.

El trabajo digno nos hace más humanos. Ahí donde se aprecia la cultura del esfuerzo y se comprende que la actividad laboral debe ser inclusiva, es posible la cohesión social y el progreso.

Dentro de una sociedad democrática y responsable, todas las personas deben ser reconocidas por su función productiva, independientemente de su ámbito de desempeño, grado escolar, y riqueza económica. Cada individuo es valioso y su trabajo suma en la construcción de un mejor porvenir.

Nota del editor: José Guillermo Fournier Ramos es docente en la Universidad Anáhuac Mayab. Vicepresidente de Masters A.C., asociación civil promotora de la comunicación efectiva y el liderazgo social. También es asesor en comunicación e imagen, analista y doctorando en Gobierno. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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