Por otro lado, ambas empresas han manipulado la presentación contable de sus pasivos, al emplear criterios poco confiables para revelar los adeudos que mantienen con proveedores y contratistas, dando, además, una inexacta presentación al problema de las pensiones por cubrir.
Los proyectos y obras, a fuerza de precipitar inauguraciones, se llevan al cabo con gran opacidad, llegando al extremo de poner en riesgo la calidad, compatibilidad y durabilidad de los equipos, materiales y tecnologías empleadas, lo cual, lejos de representar ahorros, ha significado enormes 'escalaciones' en precios.
Lamentablemente, la premura establece las prioridades en lo que debieran ser modelos de largo plazo, adquiriéndose irresponsablemente lo disponible sobre lo adecuado, aceptándose, claro, los precios que impone quien cumple fechas caprichosas.
El mantenimiento se ha relegado, generando falsas economías que derivarán en nuevas compras y no en reparaciones menores o sustitución de refacciones y consumibles, propiciándose un perfil indeseable en la operación en la industria estatal, conduciéndola a un derrotero de constante falla en el mediano plazo y a la eventual obsolescencia. Escenario que representará cargas, simultáneas y acumuladas, en un período no mayor a los cinco años.
La emergencia de eventos provocados por la desintegración o demolición de cadenas de servicio y producción, ocasionada por el impago a la línea de suministro nacional, tanto en Pemex, como en CFE, así como la inevitable ocurrencia de eventos de inaplazable sustitución de equipos, maquinaria y corrección en instalaciones operativas, obligará a las autoridades financieras a recurrir de manera tempestuosa y desorganizada a los mercados internacionales de deuda, sin capacidad de establecer y diseñar calendarios acordes a la gubernamental captación de recursos.
Las necesidades en los sectores salud, educativo, infraestructura y demás ramos de la administración pública federal, no han desaparecido, sólo se han postergado, subordinándose el erario público a tres grandes proyectos tlatoánicos, que consumen vorazmente los recursos presupuestarios, en un ambiente de pronosticada recesión, la cual, necesariamente impactará los ingresos tributarios.
Esto es, el Ejecutivo Federal no sigue planeación o programación alguna, sino únicamente va estableciendo, sobre una base de un cortoplacismo apabullante, la canalización de los cada vez más escasos recursos, sujetándose más a una teleología ideológica, que a una visión funcional del aparato burocrático, impactando con sus decisiones las cadenas de suministro asociadas al mismo; conduciendo a un escenario catastrófico a empresas que son altamente demandantes de recursos materiales y humanos en el país, sí, a un segmento destacado del aparato productivo nacional.
En un mare magnum de disputas y controversias de orden político, se ha dejado de percibir que se ha venido cavando un enorme boquete en la proyección y previsión de gasto público, desvinculándolo de la más elemental planeación del endeudamiento oficial, lo que, lejos de anular la necesidad de empréstitos, la ahondará, haciéndola crítica en el mediano plazo.
En el balance, no sólo no habrá ahorro o beneficio, sino que el modelo de temerario aplazamiento del endeudamiento oficial provocará un desbalance en las finanzas públicas como no se ha enfrentado en décadas. La rentabilidad política de contener el financiamiento del sector gubernamental es inversamente proporcional a la devastación que provocará en la satisfacción de necesidades de la población, recrudeciéndose en la entrante administración, generando un lastre inercial en varias más.