Tras casi tres años desde el inicio de la crisis sanitaria global más desafiante en un siglo, ¿de qué manera se tiene que reorganizar la sociedad civil para caminar al compás de un entorno digital sumamente ágil y vertiginoso? Las organizaciones no gubernamentales, tanto pequeñas como grandes, deben considerar la tecnología como una herramienta capaz de diseñar campañas digitales exitosas, pero también de obtener datos en tiempo real para hacer los cambios necesarios y lograr el resultado.
En este sentido, las instituciones cuentan con un abanico de opciones, entre las que destaco tres: la implementación de inteligencia artificial, que se manifiesta a través de instrumentos de mensajería instantánea; el uso exhaustivo de las redes sociales, para un call-to-action más efectivo que exhorte a posibles donantes a sumarse a diversas causas; y la apuesta por modelos híbridos que combinen tanto la presencia como la virtualidad, con el fin de llevar a cabo eventos pensados para sensibilizar sobre temas específicos y para la captación de fondos.
Para lograr con éxito un proceso de digitalización que satisfaga las necesidades operativas de las organizaciones de la sociedad civil, al tiempo que se logran las metas establecidas de procuración de fondos, se requiere mapear la disponibilidad de los recursos tecnológicos, ejecutar pruebas piloto funcionales y enfocarse en los cambios necesarios en las dinámicas de colaboración de los equipos de trabajo. Una vez que se tiene apuntalada toda la capacidad técnica posible, las organizaciones sin fines de lucro no sólo sobreviven a lo inesperado, sino que prosperan ante la incertidumbre de los desafíos actuales.
Ahora bien, la transformación digital no significa colocar una mayor distancia entre las instituciones sociales y los donantes, en absoluto. Por el contrario: la tecnología tiene como objetivo principal simplificar los mecanismos de procuración de fondos y acercar a más audiencias a las causas y los grandes problemas que enfrenta la sociedad en México.
Los ecosistemas digitales como las redes sociales ayudan a que las personas puedan cobrar conciencia del impacto que tienen las aportaciones que realizan tanto los ciudadanos como las empresas. Por ejemplo, ahora, con tan sólo hacer un clic en un portal o en una aplicación, un donante tiene la posibilidad de realizar una aportación recurrente que verdaderamente se traduce en ayuda directa para los miembros de miles de familias mexicanas en situación de vulnerabilidad.