Luego, fue tomando definición la recesión en China, que continúa al día de hoy y, para sellar con bríos, el comienzo de un plan muy tardío de parte de la Fed, de resolver la grave oleada de inflación que se consolidó como una certeza desde abril de este año, ha terminado -con agresividad debe añadirse- por deshacer toda esperanza de pronto volver a ver un nuevo bull market.
En estas circunstancias, los agentes económicos en las instituciones y en las familias del mundo entero han buscado alternativas para invertir en un ambiente tan enrarecido como éste (los bonos a tasa fija son un peligro, por el aumento de las tasas, los bienes raíces también a menos que puedan indexar la inflación y en la bolsa, debe serse muy cauteloso con los ajustes drásticos en los precios accionarios, hipersensibles ahora a los anuncios de utilidades, el empleo, la recesión, la inflación y las tasas) y han resguardado su riqueza en activos como commodities, efectivo, algo de bienes raíces y los mercados privados.
Vale la pena en este punto repasar el universo de instrumentos de inversión a nivel global y su peso relativo, pues es a partir de eso que sabremos qué hacer con la inversión que vale la pena realizar en los mercados de equity y deuda privada, que quizás sea una alternativa mejor que las demás.
Todos los instrumentos que existen para invertir pueden clasificarse de manera simplificada en cuatro grandes rubros, que son en realidad dos dobles tijeras: por un lado tenemos los instrumentos públicos, es decir los que han de registrarse y comercializarse en alguna Bolsa que está abierta al público en general, es decir, todas aquellas instituciones o individuos que tienen acceso directo por membresía o por un intermediario que la tiene. Luego están los instrumentos privados, que son los que se diseñan, registran y comercian aislados de los mercados públicos, es decir, en un esquema de divulgación en círculos cerrados o por invitación del emisor.
Los mercados también pueden dividirse, independientemente de la clasificación ya mencionada, en instrumentos de equity (también llamados accionarios o de renta variable o de propiedad) e instrumentos de deuda (o bien de renta fija o bonos). Los primeros le dan al tenedor la propiedad no fungible de un activo y los segundos representan una obligación fungible para el emisor. Al cruce de estas dos tijeras se da esta gran cuadrícula: renta variable pública o privada y renta fija pública o privada.
Los mercados públicos de renta variable incluyen acciones (que a nivel global tenía un valor de aproximadamente 125 trillones de dólares corrientes -tdd- en su punto máximo del 2022), bienes raíces comerciados públicamente (fideicomisos llamados REITs que serán unos 3 tdd a nivel global) y materiales básicos como oro (con valor global de 12 tdd aproximadamente durante el 2022), el acero, el maíz, el petróleo, etc.
Por otro lado, los bonos públicos valdrán unos 130 tdd a nivel global, siendo la mayor parte (alrededor del 45%) los de gobierno. Las empresas emiten bonos y pesan cerca del 20% del total y los demás son bonos hipotecarios, municipales, bancarios y los mercados de dinero de corto plazo.
Los mercados privados formales son mucho más pequeños y el de equity vale alrededor de 10 tdd y el de deuda como 1.6 tdd. Los REITs privados valdrán 1.5 tdd y el mercado privado para infraestructura (proyectos de energía, agua, cableado, etc..) valdrá cerca de 1 tdd. No obstante, los mercados de bienes raíces que no son formales son gigantescos, pues todas las propiedades privadas, incluyendo edificios, centros comerciales, casas, almacenes, fábricas y demás valen aproximadamente 360 tdd a nival global y de ahí, solamente las casas son 250 tdd, pero por su naturaleza informal (no están en un fideicomiso generando rentas que se puedan comerciar) y, por ser no públicos, son altamente riesgosos e ilíquidos.