Pero una cosa llama la atención en todos los procesos y situaciones que enfrentamos en medio de los conflictos colectivos y es que la raíz de los problemas está justo en la relación entre los actores del proceso. Sin ánimo de buscar culpables o trivializar el impacto que los sindicatos independientes están teniendo en los trabajadores, necesitamos ver lo que la realidad nos está mostrando y es que el nivel de conflictividad está asociado a la forma en que se han concebido las relaciones con los colaboradores en las empresas, más allá de los terceros que buscan entrar o influir en estos conflictos.
En cada ejercicio del voto de los trabajadores tendemos a explicar los resultados negativos con factores externos, las promesas del nuevo sindicato, el voto castigo o sencillamente “escoba nueva barre mejor”, pero analizando cada caso hay tres elementos que se muestran cuando logramos excavar lo suficiente y que al reconocerlos podemos prepararnos para un 2023 que sin duda será mucho más convulsionado en materia colectiva:
El primero está relacionado con la necesidad auténtica de escuchar a los trabajadores; este efecto lo ha captado perfectamente el nuevo sindicalismo, mientras que las centrales obreras tradicionales siguen pensando que conocen a sus afiliados, los nuevo sindicatos, muchos independientes, han abierto canales de comunicación innovadores y cercanos a lo que el trabajador necesita o prefiere. En este sentido la preparación que las empresas han tardado en desarrollar es la de contar con mecanismos de conexión fuerte y clara con su gente, que de verdad les permita no solo entender las expectativas sino también monitorear el riesgo.
Segundo, reconocer la autonomía de los trabajadores en sus decisiones colectivas, pero prepararlos para ello, sin manipulación o control. Seguimos insistiendo en definir una estrategia laboral conveniente para la empresa pero poco pensada en los trabajadores. Mientras sigamos pensando en hacer “ahorros” en las revisiones de CCT o buscando únicamente eficiencias operativas a costa de la calidad de vida de los trabajadores, seguiremos poniendo el camino fácil a los líderes sindicales auténticos y oportunistas para conquistar al trabajador.
Las empresas necesitamos hacer una revisión profunda de nuestras políticas buscando un equilibrio real entre los intereses del negocio y las personas. El costo de no hacer lo anterior puede ser mucho mayor que los aparentes ahorros.