“Esta terrible falange forma en todas las manifestaciones, vota en todos los clubes, lame todas las consignas, se arrodilla ante todos los altares, se revuelca en todos los lodos, pretende consumir de un bocado todas las preparaciones culinarias del servilismo; quiere comer en todos los platos, beber en todas las copas, embriagarse en todas las tabernas, acostarse en todas las camas, roncar sobre todas las almohadas, cebarse en todas las oficinas públicas; representa al patriotismo de colmillo, de pereza, de pancismo y de expansión indefinida de las partidas del presupuesto”.
Esta cita es rescatada en su avance de tesis por Laura Candelaria García, alumna de Doctorado del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Occidente.
Desde tiempos revolucionarios y hasta nuestros días, políticos, empresarios y ciudadanos han alimentado los estereotipos alrededor de las personas en condición de pobreza.
De acuerdo con Agustín Escobar, profesor investigador del CIESAS Occidente, la sociedad, desde que es sociedad, se debate entre la solidaridad y la apropiación de cualquier beneficio. Durante siglos, la pobreza era responsabilidad privada y de la iglesia, hasta que en el Siglo XVIII, en Inglaterra, se designó al Estado como responsable, bajo el argumento de preservar el orden social. Pero la "época de oro" de la responsabilidad del Estado hacia los pobres ocurrió cuando el socialismo se constituyó en un gran mundo alternativo al capitalismo.
En México, el tema se discute desde hace 100 años, muy influido por visiones francesas e inglesas. Y de ahí vienen por lo menos tres visiones: una, culpa a los pobres de su situación y los describe como flojos, alcohólicos, faltos de moral; mientras que la tradición inglesa ya citada también aborda el fenómeno de la desigualdad y, a partir de los años treinta del Siglo XX, toma fuerza la visión que sostiene que el trabajo decente y con seguridad social es lo que eliminará la pobreza.
Así, en 1943 se creó la seguridad social en México. A partir de esa fecha y hasta 1980, la cobertura de seguridad social cubrió a la mayoría de los trabajadores mexicanos que gozaban de un trabajo formal, con un salario más que mínimo y una jubilación. La crisis de 1982 vino a romper con la tendencia. El programa ‘Progresa’, años después, se convirtió en un referente en toda América Latina pues retomó de alguna forma el objetivo de apoyar a los hogares más pobres de México a salir de la pobreza y pretendía cambiar la perspectiva y las posibilidades de vida de los hijos de esos hogares para que pudieran aspirar a un mejor futuro.
En aquel entonces, un grupo de empresarios se opuso al programa porque, señalaba, era "darles algo por nada a los pobres” y que las transferencias crearían a “millones de flojos”. Fue necesario transmitirles que los beneficiarios tenían que asistir a la escuela, a la clínica, hacer trabajo comunitario; así como validar el impacto positivo de las medidas y dejar constancia que en muy pocos casos las personas trabajaban menos (ejemplo: las madres solteras que tenían que atender también a sus hijos).
Como sea, hay una construcción social alrededor de las personas en condición de pobreza que se nutre de prejuicios que, de tanto repetirse, se creen reales pero no necesariamente lo son. “Nos imaginamos al pobre como una persona que es tonta porque no responde a incentivos que en nuestra opinión son muy razonables”, dice Agustín Escobar.
Al mismo tiempo, hay una lógica que intenta separar a la pobreza de la política económica, como si no tuvieran nada qué ver, cuando están conectados. “Hay un sistema económico que condena a la mitad de la población a estar en pobreza y ese sistema se ha sostenido a lo largo de muchas décadas por bajos impuestos a los ricos, bajos salarios a las personas que están en el empleo formal y una enorme cantidad de personas que están en la informalidad y viven al día”, acusa Alejandra Haas, directora ejecutiva de OXFAM México.
La cosa es que, hoy, las condiciones para los pobres registran puntos a favor y otros en contra. El incremento al salario mínimo, sin duda, es un elemento a favor. No tener una reforma fiscal va en detrimento de la gente pobre porque es la que más necesita los servicios del Estado y éste no tiene ni un quinto para servicios públicos.