Cuando le preguntaron sobre el éxito, compartió una fórmula aparentemente sencilla, “el éxito no es un accidente. Es trabajo duro, perseverancia, aprendizaje, estudio, sacrificio y, sobre todo, el amor por lo que está haciendo o aprendiendo a hacer”. Las palabras son hermosas, pero toda su carrera se caracterizó por ello, trabajó duro, arrastró con su ejemplo, añadió un elemento fundamental, el amor en todo lo que emprendió.
Unos días después nos enteramos de la partida de Barbara Walters, una periodista comprometida con abrir nuevos espacios para las mujeres, pionera y lo más importante, siempre buscando la verdad. Walters fue una de las primeras mujeres en romper el famoso techo de cristal y se convirtió en un ícono de la televisión de los Estados Unidos y en el mundo.
Walters daría una clave importante para el liderazgo, el buscar reconocer y valorar a tus colaboradores, “sentirse valorado, saber, aunque solo sea de vez en cuando, que puedes hacer un buen trabajo es un sentimiento absolutamente maravilloso”. El líder puede muchas veces preciarse de serlo, de contar con un equipo de alto rendimiento, pero si no reconoces de vez en cuando a tu equipo, tocar el lado humano y en verdad interesarte por ellos, todavía estás lejos de llamarte líder.
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En vísperas de fin de año, nos despertamos con la noticia sobre Benedicto XVI, a quien le tocó tomar el timón de la barca de Pedro en medio de distintos escándalos y crisis, a las cuales hizo frente de forma estoica, llevándolo en un momento extremo a reconocer sus limitaciones al tomar la dura decisión de hacerse a un lado para permitir a su sucesor seguir con los trabajos y las reformas a emprender, sirviendo de base para que el papa Francisco pudiera realizar los cambios a la curia romana y sancionar de forma más severa a los casos de pedofilia que claman al cielo.
La gran humildad de Benedicto XVI debe servir como modelo para todos los líderes. Recuerdo las palabras cuando apareció por primera vez en la Basílica de San Pedro: “han elegido a un simple y humilide servidor de la viña del Señor”.
Ese humilde servidor fue uno de los más grandes teólogos de los últimos tiempos, autor de grandes cambios en la Iglesia Católica. El liderazgo de Benedicto XVI se caracterizó también por tener la mirada hacia el futuro, “que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la Tierra”.