La clave es el acceso a los datos
Toda la literatura y recomendaciones para transitar hacia una banca más ágil hablan del poder de los datos, ¡y sí lo son todo! Porque dan certeza a las empresas, claridad ante escenarios brumosos, compresión de clientes y son la punta de lanza para el diseño de mejores productos y servicios.
Lo cierto es que a pesar de los avances que ha tenido América Latina en materia de banca abierta, particularmente en países como Chile, Colombia, Brasil y México, aún hay muchos pendientes para que el uso de datos sea seguro, fácil de compartir, accesible, y sobre todo, que el beneficiado número uno sea el usuario.
El usuario es el centro de la banca, es quien a partir de ahora definirá qué necesita, cómo, cuándo y de qué forma. Las empresas que los escuchen y cumplan sus expectativas no sólo se llevarán una buena ‘rebanada’ del pastel, también podrán crecer a pesar de la crisis que le depara a este año. La competitividad estará en la agenda del año y el usuario será la meta.
¿Cómo usar los datos?
Decir que los datos tienen poder no es una exageración. Por ejemplo, una empresa puede usar datos para identificar clientes que tienen interés en ahorrar para un objetivo específico, como un enganche para una casa. Basado en esta información, la empresa podría crear una cuenta de ahorros que se adapte a esa meta, y ofrecer incentivos o bonos por cada parte de esa meta que es alcanzada.
Otro aspecto importante de la banca abierta es la experiencia del usuario. Las empresas deben asegurar que sus productos sean de fácil acceso; sobre todo, que proporcionen a los clientes la información necesaria para tomar decisiones informadas, en especial en contextos de baja inclusión y educación financieras.
Al proporcionar información clara y concisa, las empresas pueden ayudar a los clientes a sentirse más cómodos y seguros al usar sus productos. Asimismo, las instituciones financieras deben considerar el uso de la tecnología para hacer sus productos más accesibles, como se logra a través de interfaces de programación de aplicaciones (APIs por sus siglas en inglés) o las apps de bancos tradicionales.