(Expansión) - A estas alturas es altamente probable que hayas leído o escuchado sobre ChatGPT y quizás lo hayas utilizado. En términos simples, ChatGPT es un chatbot, es decir, una herramienta de inteligencia artificial (IA) para el procesamiento de lenguaje natural. Esta herramienta creada por OpenAI se encuentra disponible para uso público desde el 30 de noviembre pasado y rompió récord en la velocidad del número de usuarios, alcanzando 100 millones en dos meses. Para poner en contexto, a TikTok le tomó nueve meses alcanzar ese número y a Instagram dos años y medio.
ChatGPT, una señal de alerta para los abogados
Ciertamente, ChatGPT no es la única herramienta de este tipo, pero sí se ha convertido en la más famosa. Ha puesto a temblar a gigantes de la tecnología como Google, cuyo director general emitió un “código rojo” para acelerar el paso y lanzar una herramienta que compitiera de frente con ChatGPT, antes que de que pusiera en jaque a su conocido buscador. Esta urgencia resultó en el lanzamiento apresurado de un chatbot que arrojó errores el día de su presentación al público, impactando negativamente el valor de las acciones de Google.
La variedad de usos que admite ChatGPT es realmente amplia e impresionante. Van desde un motor de búsqueda e investigación, hasta la generación de contenidos (artículos, folletos, manuales, etc.), la edición, corrección y traducción de textos, la preparación de resúmenes y la redacción de correos electrónicos, contratos y otros documentos legales, entre muchos otros. Si no la has utilizado aun, te recomiendo que lo hagas. Estoy seguro de que quedarás maravillado.
La capacidad y la versatilidad de esta herramienta han llamado la atención de una profesión que -en gran medida- se había sentido ajena a la disrupción tecnológica de gran escala: los abogados.
Desde hace años existen soluciones tecnológicas que agilizan y reducen los costos de ciertos trámites legales que suelen ser lentos y caros para el ciudadano promedio, como la creación de una sociedad, el otorgamiento de un testamento y la celebración de un contrato común. Sin embargo, por varios motivos, su adopción ha sido más lenta en nuestro país que en otras jurisdicciones, protegiendo al abogado ‘tradicional’. ChatGPT derribará muchas barreras y es una llamada de atención para quienes ejercemos la abogacía.
Durante varias semanas y con ánimo exploratorio, he probado ChatGPT para realizar tareas que son comunes a los abogados. Por ejemplo, redactar correos electrónicos, memorandos y contratos simples, responder dudas legales sencillas, sintetizar un tema legal complejo en unas cuantas líneas y hasta escribir un poema chusco de contenido legal. La velocidad de respuesta me ha maravillado, pues es capaz de redactar varios párrafos -bien escritos- en unos cuantos segundos y la calidad del producto me ha parecido razonable como primer borrador para la revisión de un experto.
Surgen entonces preguntas incómodas: ¿Los abogados seremos reemplazados por ChatGPT? Mi respuesta es no… por el momento. ¿Tendrá impacto en la industria legal y en la forma en que prestamos nuestros servicios? Sin duda alguna.
ChatGPT -al igual que otras aplicaciones de IA- puede ser una herramienta muy útil para realizar trabajos preliminares de investigación, síntesis y redacción, ahorrando tiempo que puede ser utilizado en trabajo de mayor valor agregado que requiere juicio, creatividad, criterio y contexto que, al día de hoy, esta herramienta no sustituye. Esta ventaja representa, al mismo tiempo, un reto para los abogados más jóvenes, quienes hasta ahora desarrollaban su criterio y pericia, en gran medida, a partir del trabajo de ‘talacha’ que ahora puede realizarse con instrumentos como ChatGPT.
De tal suerte, la evolución tecnológica requerirá desarrollar, con carácter urgente, nuevas capacidades para que estos abogados y sus colegas con mayor experiencia utilicen la tecnología a su favor y no sean desplazados por ella.
De igual manera, puede representar una herramienta de gran utilidad para aquellas personas con acceso limitado a la justicia. A través de ChatGPT, cualquier persona con acceso a internet puede plantear preguntas sobre temas legales básicos y recibir respuestas rápidas, en lenguaje ‘natural’ y comprensible. Esto le permite tener mayor conocimiento de sus derechos y obligaciones en cuestiones cotidianas, por ejemplo, los requisitos para comprar una casa, iniciar un divorcio, denunciar por violencia familiar, otorgar un testamento, cobrar a un deudor, impugnar un cargo indebido en su cuenta bancaria, etc.
Como toda tecnología emergente, ChatGPT tiene limitaciones y riesgos que debemos tener muy presentes. Por ejemplo, puede construir respuestas incompletas o incorrectas con apariencia de verdad que solo pueden ser identificadas por un experto; puede producir contenido con sesgos, debido a la calidad u origen de los datos con los que se ‘alimenta’, que no son revelados al usuario y pueden ser cuestionables.
Al mismo tiempo, compartir información a través de la plataforma puede tener implicaciones de confidencialidad y de privacidad para abogados y clientes. Además, ciertos contenidos generados por la plataforma podrían considerarse obras derivadas de materiales protegidos por derechos de autor.
Por lo tanto, concluyo que los abogados conservamos un papel importante para aportar valor a los clientes que requieren asesoría legal especializada o de mayor complejidad.
Estamos en la etapa embrionaria de la inteligencia artificial ligada a la profesión legal y es imposible anticipar todas las aplicaciones y beneficios, así como las implicaciones y riesgos relacionados con su uso. Sin embargo, esta incertidumbre no debe paralizarnos. De hecho, la inactividad parece ser la peor de las respuestas.
Ante esta encrucijada, es necesario redoblar esfuerzos para comprender mejor el impacto y el potencial de esta mega-tendencia, así como trazar líneas que nos permitan su utilización ética, prudente y responsable. Se lo debemos a nuestra profesión y a los clientes que representamos.
La disrupción tecnológica finalmente tocó nuestra puerta y está esperando que vayamos a su encuentro.
Nota del editor: Pablo Jiménez Zorrilla es socio de Von Wobeser y Sierra, S.C. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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