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Los publicistas sabemos que la IA no es inteligencia

ChatGPT interpreta el lenguaje natural y lo traduce en órdenes de búsqueda y procesamiento de contenidos almacenados hasta 2021 para responder, pero no tiene capacidad de resolver nuevos problemas.
sáb 18 febrero 2023 12:00 AM
ChatGPT-alternativas
ChatGPT, DALL.E y algún otro pertenecen a la siguiente generación de compiladores, que son capaces ahora de interpretar el lenguaje natural y convertirlo en ceros y unos que buscan datos, pero eso no es inteligencia, es automatización, opina Jordi Oliva.

(Expansión) - Creo que soy de esa minoría de personas que se ha encogido de hombros con ChatGPT, la nueva aplicación informática presentada por la empresa emergente OpenAI, que ha llenado los medios de comunicación con sorpresa, entusiasmo y hasta temor sobre las nuevas posibilidades que ofrece la supuesta Inteligencia Artificial (IA).

No comparto ese entusiasmo mediático porque desde mi punto de vista se trata “solo” de una nueva generación de lenguajes de programación. Un lenguaje de programación es un conjunto de palabras (gramática) que combinadas por un programador (humano) se convierten mediante un compilador (un programa intérprete) en instrucciones de ceros y unos, es decir, en señales eléctricas dentro del procesador que buscan datos y los modifican.

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Gracias a que los lenguajes y compiladores permiten representar con mayor facilidad la realidad compleja de las empresas, ordenar su información y procesar sus transacciones, tenemos productos y servicios avanzados en tiempo real en muchos sectores de la economía. Bancos, telecomunicaciones, viajes o videojuegos no serían posibles si sus procesos tuvieran que escribirse con ceros y unos.

Los compiladores o intérpretes están basados en la “máquina de Turing”, la teoría de autómatas desarrollada en los años 40’s por el matemático inglés. El primer lenguaje informático fue “Fortran” en los años 70’s, que permitía estructurar un conjunto de órdenes en un lenguaje más amigable que ceros y unos. Luego vinieron otros como Cobol, Pascal, Prolog o Lisp, las herramientas CASE (Computer Aided Software Engineering) y nuevos lenguajes orientados a objetos (POO) como C++ y Python, cada vez con mayores capacidades de recibir instrucciones complejas de forma más simbólica.

En mi opinión, ChatGPT, DALL.E y algún otro no tan conocido, pertenecen a la siguiente generación de compiladores, que son capaces ahora de interpretar el lenguaje natural y convertirlo en ceros y unos que buscan datos o calculan cosas sobre una gran base de información almacenada. Pero eso no es inteligencia, es automatización.

La inteligencia es otra cosa. La inteligencia es la capacidad de proyectar y de imaginar. Es entender el guiño de un amigo, reírse de un chiste malo, saber que alguien te está mintiendo con solo mirarle a los ojos. Inteligencia es que tu abuelo diga que mañana va a llover, aunque tu no veas una sola nube en el cielo, y que en efecto así ocurra.

La gente está maravillada con estas aplicaciones y lo llama “Inteligencia Artificial (IA)” porque además de estar entretenidos con las tontadas que aparecen en las redes sociales, ya estaban acostumbrados a la velocidad y los resultados de los buscadores de internet. Pocos esperaban que la tecnología de lenguajes y compiladores diera este salto adelante, entendiendo lo que escribimos y respondiendo con un aura de inteligencia a preguntas de cultura general, resumiendo artículos, combinando fotografías y gráficos avanzados, traduciendo frases a otros idiomas o codificando instrucciones en otros lenguajes de programación.

Eso es lo que hace ChatGPT, interpretando el lenguaje natural y traduciéndolo en órdenes de búsqueda y procesamiento de millones de textos y contenidos almacenados hasta el año 2021 para dar una respuesta. Pero no tiene capacidad de resolver nuevos problemas, aquellos que no estén documentados previamente – quizás para un problema matemático te conteste que “habría que hacer una aproximación polinómica” (un procedimiento de cálculo desarrollado por Newton y Lagrange). Pero no hay intuición detrás. No hay ninguna nueva aportación.

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Sam Altman, fundador y CEO de OpenAI se guarda mucho de desmentir que esto sea inteligencia, pero sí advierte que esto no avanzará tan deprisa como la gente cree. Aunque afirma que habrá que estar preparados para implicaciones inmediatas e imprevistas: muchos empleos actuales de “cuello blanco” (traductores, programadores, analistas y muchos nerds) se van a devaluar más deprisa que los empleos de “cuello azul”, los que requieren un trabajo físico (cocineros, camareros, enfermeras, conductores y mecánicos entre otros muchos). Parece que esas tareas sí requieren inteligencia humana y no son reemplazables.

Damos la bienvenida a estas herramientas y el potencial salto de productividad que representan. Con su participación en OpenAI, Microsoft ya ha vislumbrado la siguiente generación de herramientas Office. Por ejemplo, parece que en unas semanas estará disponible una app de pago que nos podrá hacer un resumen escrito de una videoconferencia de Microsoft Teams. El principal amenazado es el buscador de Google, que se ha apresurado tanto a anunciar Bard, otro sistema de conversación experimental que, en su primera presentación, contestó tan mal que las acciones de Google cayeron un 8%. Evidencia de que estas herramientas “no piensan”, sino que “buscan” y no necesariamente con “criterio”.

Lo arreglarán, por supuesto. Pero más allá de eso, dudo que estemos cerca de una verdadera Inteligencia Artificial. En el campo de la economía, la mercadotecnia y la publicidad no veo cómo estas herramientas puedan hacer algo para impulsar nuevas tendencias sociales, modificar hábitos o construir valores compartidos. Los publicistas (no sé qué “color de cuello” nos aplica) sabemos bien lo difícil que es eso. En este mundo post-verdad, post-mediático y post-democrático, ChatGPT no me dice cómo hacer una marca de éxito o detener una invasión, por ejemplo.

PD. Este artículo no me lo ha escrito ningún chatBot… (¿o sí?)

Nota del editor: Jordi Oliva es ingeniero en Informática por la U. Autónoma de Barcelona y MBA por ESADE. Actualmente es COO de Publicis Groupe México. Síguelo en LinkedIn y/o escríbele a Jordi.Oliva@publicisgroupe.com Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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