Esta situación ha detonado un frente negacionista de resistencia muy curioso que no es más que un reflejo irracional del miedo. Revisemos algunas de las críticas prevalentes para entender mejor lo que realmente sucede.
Algunos argumentan que la IA no es inteligencia sino automatización. En este caso, encontramos errores fundamentales de interpretación. Por un lado, por su raíz etimológica, inteligencia significa poder elegir entre opciones; por lo tanto, por definición, los algoritmos digitales ya son inteligentes desde hace muchos años. Por otro lado, se está confundiendo inteligencia con intuición y creatividad.
Sobre el primero, la intuición que nos admite interpretar altas cantidades de información rápidamente a través de los sentimientos requiere de un organismo biológico con mente y emociones. Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, refiere este proceso neural como Sistema 1. Es cierto, la IA no lo posee propiamente precisamente porque no tiene un cuerpo orgánico. Este modo cognitivo nos permite emitir juicios con base en códigos no racionales, como cuando leemos las intenciones ocultas de una persona por cómo actúa o cuando sabemos que un ser querido se siente preocupado.
La intuición es un lenguaje universal exclusivo de los seres vivientes. Sin embargo, no saquemos conclusiones tan rápido; esto no implica necesariamente una debilidad. Como bien lo señala Kahneman, el Sistema 1 es frecuentemente fuente de sesgos cognitivos que llevan a decisiones incorrectas. De cualquier forma, la IA tiene acceso a la interpretación racional de los sentimientos humanos, la cual le permite identificar causalidad intuitiva, como detectar que alguien está triste por su expresión facial. Elon Musk le llama resonancia límbica y está presente en todo lo que documentamos en internet.
Con respecto a lo segundo, la creatividad es nuestra facultad de conectar pensamientos (tanto racionales como intuitivos) para formar nuevas ideas que impactan dentro y fuera de la mente. En este sentido, la IA definitivamente ya obtuvo este don recientemente. La creatividad ya no es exclusivamente humana.
Continuando con las objeciones, existe el argumento de que la IA no tiene capacidad de resolver problemas. Eso habría que preguntárselo a Garry Gasparov, campeón mundial de ajedrez, cuando fue vencido por el sistema informático Deep Blue en 1997. La IA no solo puede resolver problemas sino que ha superado la capacidad humana en este sentido desde hace tiempo.
Finalmente, otro tipo de resistencia se va al otro extremo sobreestimando y condenando el fenómeno como una fuerza "malvada". De nuevo, nos encontramos frente a una confusión hermenéutica. El “bien” y el “mal” dependen del objetivo que usemos como punto de referencia; por lo tanto, la IA será buena cuando nos ayude a proteger nuestros propósitos, en especial aquél que lucha por defender la vida en todas sus manifestaciones. En contraparte, se convierte en algo profundamente adverso cuando actúa en contra de la prevalencia vital. Aquí el error es asumir que tiene un carácter positivo o negativo per se.