A partir de esta singularidad, el futuro de la humanidad ha dado un giro de 180 grados.
Para algunos, posiblemente semeja un curioso Google de nueva generación; sin embargo, la diferencia es fundamentalmente profunda: los algoritmos ya no solo organizan información predefinida; ahora la procesan muy eficiente de forma creativa.
Desde un punto de vista biológico, la creatividad es nuestra facultad de formar metapensamientos compuestos por pensamientos lógicos (racionales) y homeostáticos (intuitivos) que impactan dentro y fuera de la mente para modelar el destino.
A partir de ahora, las ideas que entretejen el porvenir ya no son exclusivamente humanas.
Esto implica oportunidades fascinantes y peligros escalofriantes. La clave para convertir a la Inteligencia Artificial (IA) en un aliado de la evolución está en entender la diferencia esencial que tenemos los seres vivos con la materia inerte. La vida está diseñada para defenderse a sí misma regulando los comportamientos de sus organismos a través de las emociones y los sentimientos.
Una máquina no posee un cuerpo orgánico; por lo tanto, por definición, jamás podrá tener experiencias sintientes que moderen el objetivo principal de proteger a la vida en todas sus manifestaciones. Aquí es donde la responsabilidad del Homo sapiens acaba de convertirse en un rol crucial. Nunca había sido tan importante una visión empática, no egoísta y de largo plazo.
Por otro lado, ¿qué efectos podemos esperar con estas nuevas tecnologías en un futuro cercano?
La IA es valiosa por su capacidad de analizar y procesar grandes cantidades de datos rápidamente, automatizar tareas repetitivas y mejorar la eficiencia en una variedad de industrias, brindando una experiencia más personalizada y eficiente para los consumidores.
En el mundo de los negocios, todos los departamentos ejecutivos optimizarán sus recursos y equipos manteniendo solo algunos seres humanos asistidos por la guía de la IA, la cual, ya es muy eficiente para generar estrategias especializadas.
En el reino de las artes, no sabremos diferenciar entre una obra humana, “artificial” o híbrida. Esto aplica incluso para las siete bellas artes: arquitectura, escultura, pintura, música, literatura, teatro y danza.