(Expansión) - El tiempo vuela. Hace 24 años Italo Calvino escribió un librito precioso llamado “Seis Propuestas para el Próximo Milenio.” De aquí el título de esta columna que, si bien no contiene prodigios como los de Calvino, al menos espera expresar tres buenas ideas, que bien valen para quien gane las elecciones pues tanto a los advocati tanto del Estado como del mercado las han pasado de largo.
Primero los usuarios: tres propuestas (de energía) para el próximo sexenio
Primera
El tiempo vuela y las decisiones políticas se centran en la contraposición de modelos y no en las necesidades de los usuarios. Los llamados liberales defienden los mercados como fines en sí mismos, sin conocer la diversidad de la demanda energética del país, la cual, por lo demás, es muy desigual y compleja. A la mayoría de las empresas le interesa un segmento del mercado energético y una parte muy poco representativa de la demanda, pues están anclados a los usuarios de mayor consumo.
Desde el punto de vista estrictamente comercial, la ceguera al resto del país tiene lógica. Sin embargo, como estrategia integral, no es buena ni para ellas. Un país con muchos usuarios molestos ha votado por un gobierno que dice que, sólo a través de CFE y Pemex, se resolverán sus necesidades, lo cual no sucede. Si realmente les interesa permanecer en México, conozcan el país, no crean que con proyectos aislados de responsabilidad social (o como demonios se llame últimamente) van a dejar huella.
Las empresas que realmente vean una promesa en México, cuando pase la turbulencia política, deben conocer las necesidades de los mexicanos y hacerse presentes. No sólo hay demanda de energéticos, sino de consumo eficiente. Los grupos de empresas privadas de energía pueden brindar capacitación y apoyo para apoyar a los mexicanos a ser mejores consumidores de energía de todos tamaños y magnitudes. Vayan a todos los municipios; pongan los pies en polvorosa y muestren que la iniciativa privada se interesa en ellos. Algunos estados y municipios los recibirán con los brazos abiertos, otros no. Les costará relativamente poco en función de lo que podrían ganar al relacionarse y generar vínculos con todo tipos de usuarios.
Segunda
Esta propuesta va para quienes ven al Estado como fin en sí mismo y que, por fuerza, nos quieren bajo el Manto Santo de CFE y Pemex, sin siquiera tener una panorama claro del grado de satisfacción de los usuarios con ellos. Por la misma razón, al igual que los liberales, los estatistas (pues es impreciso llamarlos “nacionalistas”) también precisan de una idea más clara de la complejidad y variedad de los usuarios de energía.
De muy poco les servirá clamar que con CFE y Pemex se rescata la soberanía si recibimos un mal servicio: apagones que causan averías en nuestros electrodomésticos y una miríada de atropellos, como los legendarios litros cortos, pocas gasolineras y malas líneas de distribución cargadas de diablos, por nombrar algunos. Hay que recalcar que CFE y Pemex son las empresas energéticas más conocidas por los mexicanos. Son ellos los que, en todo caso, dan la cara por el servicio–mucho más cuando se trata de áreas lejanas a los centros urbanos. ¿Qué saben ellos de la “rapacidad” de las empresas privadas? El supuesto abuso de los privados es sólo una abstracción; el mal servicio es una realidad muy concreta que se siente en la última milla, como en el hogar y en la gasolinera. ¿La propuesta? En lugar de satanizar a los privados, hay que regularlos bien para que el servicio sea más que satisfactorio.
Tercera
Abandonemos de una vez las oposiciones binarias entre Estado y mercado, que de nada sirven y son falaces. Ningún usuario, por liberal que sea, querría la desaparición de Pemex y CFE, pues son las únicas empresas que nunca se irán de México, vaya como les vaya. Y como son las únicas ancladas al país, más vale que les vaya bien o nos quedaremos sin nada. Los usuarios estamos atrapados entre Pemex, CFE y los particulares. Los últimos se defienden con amparos de los cambios que los agravian y amenazan con irse. Los primeros quieren ser el centro del universo energético cuando es dudoso que puedan serlo. ¿Quién defiende a los usuarios atrapados en una querella de necedades que casi cumple un sexenio?
El Estado tiene muchas cargas y puede ceder algunas que sean indelegables: salud, educación, seguridad entre otras. CFE y Pemex tienen un papel central en México que difícilmente cambiará a menos de que, por sobrecarga, se desplomen. Sea quien sea el que arroje la primera piedra, los usuarios de energía les urgimos que detengan sus querellas pues es nuestro bienestar lo que está en juego. Por el bien de todo el sector energético, primero los usuarios.
Nota del editor: Miriam Grunstein es profesora e investigadora de la Universidad ORT México y es académica asociada al Centro México de Rice University. También ha sido profesora externa del Centro de Investigación y Docencia Económicas y coordinadora del programa de Capacitación al Gobierno Federal en materia de Hidrocarburos que imparte la Universidad de Texas en Austin. Hoy es socia fundadora de Brilliant Energy Consulting y dirige el blog Energeeks. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
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