Aunque se sabe que en política no hay nada escrito y nadie puede darse por muerto, en el imaginario colectivo, en las encuestas y hasta en la mente de los críticos más sensatos se vaticina que el sucesor de Andrés Manuel López Obrador será cualquiera de los cuatro suspirantes que, desde ya, están en campaña. Sobre advertencia no hay engaño: vienen la lluvia con propaganda política, el activismo online, las formas cortesanas y los apoyos en privado, burlando todas las reglas electorales.
Bajo ese contexto, los empresarios, en su mayoría, han decidido mantenerse quietos, sin hacer ninguna declaratoria a favor de alguno de los suspirantes. Salvo algunas excepciones, los órganos de representación empresarial prefirieron callar, evitar cualquier postura para no dar lugar a cualquier apoyo a favor de algún precandidato que pudiera interpretarse en contra del resto.
¿Qué hay detrás de esta reserva? Nerviosismo. La tradición indica que, cuando hay un cambio en el gabinete viene el agradecimiento para quien deja el puesto. Esta ocasión no fue así y no porque no se quisiera, sino porque nadie pretende quedar mal con nadie para evitar después el cobro de facturas.
También, por otro lado, en los multimillonarios cuyos negocios están atados a una concesión de gobierno ya no hay necesariamente incertidumbre sino todo lo contrario; ellos, finalmente, han logrado alinearse a la autollamada cuarta transformación, de tal forma que aquella animadversión que profesaban durante los primeros años de este gobierno ya se desvaneció, se esfumó y lograron meterse al carril del presidente. Así, actúan como si estuvieran apoyando al viejo PRI.
La IP empezará a dialogar con todos ya, tan pronto como esta semana, en reuniones privadas. Hay muy pocas posibilidades de que surjan duras posturas conforme avance el proceso en Morena, pero tampoco se pueden descartar algunos gritos por lo menos al interior de la comunidad empresarial. Como sea, de aquí a septiembre muchos empresarios se moverán tras bambalinas a favor de Marcelo Ebrard, mientras que otros buscarán congeniar con Claudia Sheinbaum.
En medio de este lobbying, la comunidad empresarial también está expectante en torno de lo que pueda ocurrir durante lo que resta de esta administración. El consenso proyecta que viene una radicalización, sobre todo en el Congreso, con iniciativas que vendrán a impactar negativamente en el clima de negocios. Por lo pronto, la IP se mantiene a la espera del tono en el que llegarán los sucesores de los ya aspirantes a la Presidencia.
Los empresarios están muy pendientes de quien llegará a la Secretaría de Gobernación. En este momento, hay problemas con el agro en Sonora y Sinaloa que afectan las operaciones en algunas plantas de la región a raíz del cierre de carreteras, al tiempo que la inseguridad mantiene bajo estrés a mucha capacidad industrial instalada. Por ello, urge saber quién ocupará el Palacio de Cobián para empezar a resolver.
Por otro lado, el perfil de Alicia Bárcena, quien espera ser ratificada por el Senado para ocupar la Secretaría de Relaciones Exteriores, es respetado por la IP, pero la gran preocupación que domina en la mente de algunos empresarios es si la exsecretaria ejecutiva de la CEPAL tendrá la capacidad de dialogar con Estados Unidos y hacer frente a las presiones al calor del T-MEC.
En la Ciudad de México, en tanto, el perfil de Martí Batres definitivamente no es del agrado del sector privado, pues se le ubica en la ala radical de la autollamada cuarta transformación. Él, en sus tiempos en el Senado, no mantuvo un diálogo con los empresarios. En la Secretaría de Gobierno de la CDMX no figuraba tanto en muchos temas de carácter empresarial, pero ahora ya a la cabeza de la Jefatura de Gobierno se espera que no haga cambios, por ejemplo, en la Secretaría de Desarrollo Económico. Ahí radica una de las preocupaciones.