Hace algunos años un fabricante estadounidense de jarras filtradoras de agua planeó entrar a México en un momento en que aún no proliferaban las marcas de agua embotellada. Al efecto, previo al lanzamiento, la agencia de relaciones públicas lanzó una campaña de sensibilización sobre las enfermedades gastrointestinales, a través de entrevistas con un maestro en salud pública. El mensaje central era disponer de buenos sistemas de purificación de agua para reducir estas enfermedades. La necesidad estaba dada y el campo abierto para el lanzamiento del producto.
En el caso anterior, la información ofrecida sobre las enfermedades era verídica, incuestionable y comprobable y era de utilidad para las audiencias; caso distinto a cuando la información se manipula en favor de determinados intereses económicos o políticos. Cuando en México estaba por terminar la era de la televisión analógica para dar paso a la digital, una televisora realizó una serie de reportajes presentando a personas de escasos recursos que lamentaban que ya no podrían ver la televisión ante la imposibilidad de comprar una TV digital. No obstante, en ninguno de los reportajes se presentó el punto de vista de actores involucrados que explicaran el cambio de analógico a digital. Se manipuló la información.
En la actualidad en nuestro país el fenómeno de la manipulación de la información se da, de manera oficial, todos los días. Por ejemplo, cuando se habla de que ya tenemos un crecimiento económico, no se explica que en realidad el país creció al nivel que tenía en 2018, o cuando se cuestionó el no apoyo al equipo femenil de nado artístico, se informó que algunas nadadoras pertenecen a la Sedena y reciben su sueldo y viáticos, pero el tema no era “algunas”, sino todo el equipo y el apoyo implica algo más que el sueldo mensual. De igual forma, cuando se habla de corrupción, la información se deriva hacia lo que sucedía en el pasado y no a los acontecimientos actuales, o al mencionar la “disminución” de la inseguridad se presentan sólo las cifras más convenientes ocultando las que revelan la realidad.
Muchos políticos y agencias de publicidad y relaciones públicas han tenido éxito en sus objetivos de comunicación gracias a las estrategias de manipulación de la información enfocadas a impactar la sensibilidad de las audiencias. En sus reflexiones al respecto, el lingüista Noam Chomsky expresa que “Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos.”
Pero la manipulación también se logra desviando continuamente la atención de las audiencias de los temas importantes hacia temas irrelevantes; utilizando un discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental; o manteniendo a las audiencias en la ignorancia y la mediocridad.
Lo importante al utilizar la información es que sea útil a las audiencias, que sea veraz y comprobable y que no engañe; que se maneje éticamente de forma creativa e innovadora y con la apertura para recibir críticas en afán de mejorar. Sensibilizar a las audiencias implica el empleo de recursos éticos y lícitos.
Esto involucra reconocer que las audiencias tienen derecho a ser informados con veracidad sobre problemas reales, sin distractores mediáticamente atractivos pero irrelevantes. No es lo mismo manipular información para comunicar que una empresa comete fraude con el mantenimiento de extinguidores, que, con datos duros verificables, en toda la industria 90% de ellos no funcionan en el país.