Podemos tener diversos instrumentos, algunos en carácter de norma como en este caso, pero la realidad dista muchas veces de la parte teórica. Aquí es donde el derecho a la desconexión se hace presente, pues si bien es una necesidad que debería llevarse a cabo en cualquier sitio de trabajo, la línea inexistente de hacer garante permite que los trabajadores y teletrabajadores tengan que resolver a toda hora asuntos de urgencia.
En México todo “urge” y era “para ayer”, son algunas de las frases más comunes en gobierno y empresas, desafortunadamente un estereotipo al que muchos nos hemos acostumbrado para tener un ritmo de trabajo a veces con sobre carga que lleva al burnout. Con la llegada pandémica y las modalidades del teletrabajo se abrieron nuevos paradigmas para nuestro país, pues muchas empresas y gobiernos sin saber siquiera de qué se trataba migraron a un esquema de atención de labores a través de las TIC.
Lo anterior llevó a un plano de desconocimiento, vulnerando algunos derechos como privacidad para mantener el monitoreo del teletrabajador, que estuviese en casa con la cámara encendida ocho horas o enviando ubicación en tiempo real por esa jornada. Otros temas más drásticos que pocos pensaron, como la ciberseguridad, es el hecho de que varios teletrabajadores utilizan (aún) configuración de las redes por default que contrataron a un proveedor de servicios de internet sin mayores controles, accesos y quedando expuestos a que esa clave de acceso al Wi-Fi pueda ser extraída o generada por personas malintencionadas y así interceptar todo el tráfico de navegación.
En fin, el teletrabajo en México se encuentra dando sus primeros pasos, y algo que requiere mucha importancia, como ya mencioné, es el derecho a la desconexión. Pensemos en un primer escenario en donde terminada la jornada laboral indicada el teletrabajador apaga su dispositivo móvil provisto por el patrón, cierra su sesión en cuentas desde su equipo y se dispone a realizar sus labores en casa, pero el patrón tiene cierto grado de desconocimiento a las TIC y, al mero estilo de la vieja escuela, solicita con urgencia un documento a las 23:00 horas; al no recibir respuesta del teletrabajador, al otro día lo despide.
A pesar de que contemos con una norma, la aplicabilidad resultará utópica en varios sentidos, pues a final del día el factor humano es determinante.
Si nos pusiéramos del lado de gobierno y el caso planteado fuese en sentido de teletrabajadores, las políticas de austeridad no le permitirían al teletrabajador tener un pago siquiera de luz, internet o algún otro insumo, trayendo consigo la necesidad de tener que trabajar con recursos propios; para el ámbito gubernamental es una total falacia tener esquemas de teletrabajo.