Precisamente una de las formas para desmentir la racionalidad de los agentes económicos es mediante los sesgos cognitivos, que son efectos sicológicos que distorsionan nuestro razonamiento y nos conducen a juicios inexactos o decisiones equivocadas.
Entre los sesgos cognitivos documentados que más están presentes en los agentes económicos, se encuentran los siguientes, con sus respectivos ejemplos:
1. Sesgo de disponibilidad
Tendemos a creer que es cierto aquello que recordamos con mayor facilidad. Por ejemplo, si un consumidor lee malas referencias de un teléfono, es altamente probable que lo descarte de inmediato cuando quiera comprar un nuevo equipo, en lugar de tomar una decisión basado estrictamente en las características de las diferentes opciones de modelos.
2. Sesgo de representatividad
Es básicamente cuando generalizamos. Este en particular es polémico, pues también está asociado a prejuicios raciales. Pongamos por ejemplo una empresa de ropa que ha observado a una mujer usando una falda rosa, y por ello decide producir y vender sólo faldas rosas, asumiendo que todas las mujeres demandarán ese producto.
3. Sesgo de confirmación
Es en el que caemos cuando sólo creemos en aquello que valida nuestras creencias preexistentes y desechamos casi en automático aquello que las contradice. Imaginemos a un inversionista que, dadas sus observaciones del mercado accionario, cree que habrá una caída. Cuando investigue noticias y análisis sobre el mercado, lo hará buscando confirmar su propia hipótesis.
4.
Sesgo de exceso de confianza
Digamos que este sesgo es ‘la actitud millennial‘: yo lo puedo hacer todo. Sigamos con el inversionista engreído, quien se considera tan bueno que no cree que pueda equivocarse, lo que lo lleva a tomar decisiones de inversión muchas veces erróneas. Algunos estudios que han documentado este sesgo revelan que las estimaciones de los analistas financieros, no se cumplen ni el 40% de las veces.
5. Sesgo de aversión a la pérdida
Es cuando las personas prefieren no renunciar a una utilidad segura (dinero, interés, apuestas), que a ganar más utilidades. Por ejemplo, en algunos experimentos donde se les ofrece a los interesados a concursar en un juego de azar donde si gana obtendrían 1,000 dólares, pero si pierden devolverían 2,000 dólares, y con la aclaración de que es más probable que ganen a que pierdan, la gran mayoría se abstiene de participar.